No
queda clemencia para tanta dejadez. Los dioses montan en cólera y lanzan
lenguas de fuego contra los menguados miserables cuyo grito desgarrado
jamás se escuchó a pesar del clamor de sus roncas y doloridas
gargantas. El aire marchará con viento fresco y con él el recuerdo
apagado entre las cenizas de la irresponsabilidad atolondrada. Se veía
venir, murmura la tristeza apoyada en el bastón.