Sentado,
descansa bajo la higuera fresca del jardín. El sombrero de paja cubre las cuatro greñas rebeldes mal peinadas. Un par de gorriones descarados
picotean invisibles migajas entre la hierba y los latigazos de luz que
serpentean para confundirse con el baile de las sombras y el aroma del
café. Tras el último sorbo de la taza esmaltada, abrió el libro viejo de
pastas duras y comenzó a leer… El vals de la poesía dibuja un rojo tan
intenso como la esperanza de una flor en primavera…