Ya
quisiera el Congreso parecerse a un patio de colegio. Las tanganas del
patio son efímeras y, a las buenas, se resuelven con la prevención; a
las malas, charla didáctica y rincón de pensar. En el Parlamento la
mala educación y la falta de respeto van más allá del insulto y la
descalificación, pues se agrede al pueblo. Desafecto. El salario de
algunos oradores es demasiado para el espectáculo esperpéntico que
dan. Lo peor es que su discurso también llega al patio del colegio
donde, de momento, no hay espacio para el rencor.