MUCHO POR CONSEGUIR, MUCHO POR GANAR, por José Antonio Hernández Navarro
Aunque mucho se ha hablado ya del 8M y
sus principios, me gustaría destacar desde mi humilde columna ciertos
aspectos después de ver que sigue habiendo diferencias en nuestra
sociedad este día, dependiendo simplemente del género con que has
nacido.
La idiotez de la
sociedad masculina a través de los siglos ha venido marginando a más de
la mitad de la población, es decir a las mujeres, desperdiciando el
potencial intelectual de las mismas u ocultando los progresos
científicos, literarios y culturales que conseguían a duras penas en un
pasado eminentemente masculino.
Por
un momento me gustaría se hiciera un ejercicio mental de lo que se ha
alcanzado en los últimos años. Tenemos mujeres científicas, profesoras
universitarias, deportistas de élite, grandes profesionales en casi
todos los campos… Y esto no ha caído del cielo. Hasta la segunda guerra
mundial, las mujeres fueron relegadas al interior del hogar, al cuidado
de los hijos y de la familia (no menos importante, pero desprovisto,
lamentablemente, de valor social). Durante la gran guerra europea
tuvieron que sustituir a los hombres en las fábricas y los campos, ya
que ellos estaban en el frente. La independencia económica y el valor
social que adquirieron por su trabajo les dio una libertad hasta
entonces no conocida. Las mujeres ya no quisieron devolver los
privilegios adquiridos, porque, siendo sinceros, quién quisiera volver a
no montar en bicicleta, a no tener una cuenta en el banco, a pedirle
permiso a tu padre o tu esposo para ir a otra ciudad a visitar a tu
hermana, a no poder ir a la escuela o la universidad, a no poder tocar
un instrumento musical.
Mucho
se ha conseguido a nivel legal, sin embargo, eso no quiere decir que en
la práctica no haya sectores marginados donde las mujeres son
explotadas, mal pagadas o, en los más sórdidos, esclavizadas. Cobran
menos que los hombres por el mismo trabajo o son invisibilizadas. En el
sector de asistencia a mayores o el de empleadas del hogar (que muchas
veces, es el mismo) la mayoría ni siquiera están aseguradas; en los
hoteles, raro es el día que no sale alguna noticia de explotación.
Si
a todo esto le añadimos la dificultad de articular trabajo con
maternidad u otros problemas relacionados con sus cuerpos, la sociedad
entera tiene un problema que afecta a todos por igual. Los ‘problemas de
las mujeres’ son nuestros problemas. Cuando una mujer duda en quedarse
embarazada por si podrá conciliar la crianza con su trabajo, es problema
de todos. Cuando una mujer realiza un trabajo brillante, pero es
invisibilizado y esa ingeniera/técnica/CEO pierde la fe, perdemos todos.
Porque no es una, son muchas. Y no son una amenaza, sino una
oportunidad de ver el mundo desde un prisma que quizá nunca habíamos
visto antes.
Sólo juntos llevaremos el mundo adelante.