Cálido
atardecer, luz en descomposición. Una casita encantada descansa
reflejada en el espejo de azules sonrisas cristalinas. Intensos
chorretes policromados resbalan hasta el mar de fantasía infantil. A
mí, desde la orilla, sólo me queda contemplar mecido por las olas y
disfrutar del paisaje, embobado.