LA MELODÍA DE LA HUMANIDAD, por José Luis Puerto
Los niños son la melodía de la humanidad. Constituyen el segmento más hermoso, más prometedor, más inocente, con más expectativas de la vida. Sin niños, no hay sociedad posible, no hay vida posible.
Y esa melodía de la humanidad que son los niños ha de ser protegida, mimada, atendida, cuidada y enseñada. Sin esa melodía de la humanidad, la música de la tierra enmudecería, la llama viva que arde en el mundo desaparecería, se apagaría y todos viviríamos en la oscuridad y en la tiniebla.
Para que ver su importancia, no hay más que observar en la realidad, en la sociedad, y comprobar esa relación tan especial entre abuelos y abuelas con los nietos y nietas. Ternura, entrega, complicidad, afectos… son algunos de los elementos que pueden percibirse en ese trato humano entre dos generaciones vinculadas, a través del lazo de padres y madres.
Los niños son la melodía de la humanidad. Nadie –ni persona, ni país, ni estado– puede permitirse matar ni aniquilar a los niños, hacerlos desaparecer del mundo. Es, desgraciadamente, lo que está ocurriendo estos días.
Los bombardeos israelíes, que parecen indiscriminados y ciegos, han matado ya a miles de niños palestinos (no entramos en cifras, por la guerra que en torno a ellas siempre hay). Y esto es totalmente intolerable, no tiene cabida en perspectiva alguna. Es un crimen contra la humanidad. Como también lo es el que, en acción terrorista de Hamás, se mataran, sin más, a niños inocentes.
Los niños son la melodía de la humanidad. Hay un arquetipo semítico, que aparece ya en los Evangelios, como es el de los santos inocentes, esos niños degollados por Herodes, precisamente para tratar de hacer desaparecer al Niño Dios.
Como también otro arquetipo de cómo se ha de proteger a los niños es el arquetipo, también evangélico, de la huida a Egipto, que –en nuestras tradiciones orales campesinas– cuenta con tan hermosos romances y leyendas.
Los niños son la melodía de la humanidad. Reclamemos todos, reclamen las naciones que cesen los bombardeos, que cesen las masacres de inocentes, de niños, sin los cuales ninguna sociedad es posible.
Cuando, a través de los bombardeos o de los medios violentos que sean, se masacran y hacen desaparecer de la vida a miles de niños, se está matando –entre ellos– al genio, al creador, al filántropo, al sanitario, al docente, al trabajador, al bondadoso, al emprendedor, al solitario, al meditativo… En fin, se está matando todo ese abanico, todas esas posibilidades que tiene el ser humano de estar en el mundo y, por ello, toda sociedad de perpetuarse y de mirar hacia el futuro.
Novalis, en uno de sus más hermosos aforismos, hablaba de que donde hay niños hay siempre una edad de oro. Y Carlos Sahagún, nuestro poeta del medio siglo, de voz tan clara, tan hermosa y tan consciente, con poemas siempre en pro de la humanidad, titulaba uno de sus libros, muy significativamente, ‘Como si hubiera muerto un niño’.
Estos días, están muriendo muchos niños, los están matando. Santos inocentes, nadie tiene derecho a hacerlo. Y hemos de reclamar entre todos –ciudadanos, países, sociedad de naciones– que cesen esos bombardeos y esa privación de recursos que están matando a tantos y tantos niños.
Porque, sí, los niños son la melodía de la humanidad. Y, sin esa melodía, no hay vida posible.