Solo,
junto al bordillo de la acera, de espaldas a la calzada y mirando al
rastrojo. Decidido me encaré para sentir su soledad. El tráfico, indiferente, se mofa del exceso de confianza. El peligro, más que verlo
venir, hay que intuirlo. Pensé en la incongruencia del diseño y, a
sabiendas, me senté con un “kindle” entre las manos.