Y QUÉ CHARCO, por José Luis Sánchez-Tosal Pérez
Como el gobierno lo tiene fácil, y por eso estos días de atrás le han llevado al presidente a un parón técnico, para saber si tenía o no fuerzas para poder con todo, pues para crear tensión y para empedrar aun más si cabe el camino el ministro de Cultura borra de un plumazo el Premio Nacional de Tauromaquia.
Naturalmente no había acabado de anunciarlo y oliendo carnaza todos los cargos que se precian del PP han salido en tromba para anunciar que cada uno creará un premio reluciente. Y en estas estamos una vez más las dos Españas, la una tradicional y la otra rompedora, enfrentadas por algo que siempre formó parte de nosotros, el toro y su toreo. Este en muchos pueblos está tan metido en su ser que si no hay toros no hay fiesta y tan ensamblados en los aconteceres históricos que han formado parte de estos. Y es para muchos arte puro creado a través de un valor que anula el miedo a la fiera que es un toro emplazado. Pero miren por dónde, también muchos de las nuevas generaciones es algo que le es ajeno y que consideran asalvajado, puesto que ven en la lidia maltrato animal y por tanto algo a hacer desaparecer.
Con estas dos visiones ya tenemos el dilema servido y no es chico, pues los toros hasta hace no mucho formaban casi un todo con nosotros, y hasta también no hace mucho ser torero era ser un ídolo de masas, últimamente este furor popular no es que sólo se haya aminorado, sino que creen que en la fiesta taurina hay crueldad hacia el animal, y que por tanto es algo que debe desaparecer como divertimento público.
En ambos hay razones, pues negar que hay estampas taurinas cargadas de arte es negar una evidencia, y no aceptar que cuando aparecen los hierros y empieza a brotar la sangre es una tortura para el animal, y por tanto impropia de hacerse con ello un espectáculo es también otra evidencia.
Con este enfrentado contraste hemos amanecido en un abrir y cerrar de ojos, a través de la decisión de borrarlo como Premio Nacional de Tauromaquia con más fuerza que nunca, y con las dos Españas una vez más puestas frente a frente, como si no tuviéramos en este momentito de qué ocuparnos, entramos de lleno en este charco, que ya veremos cómo salimos de él los hunos y los otros.
Personalmente creo que se avanza y caminamos hacia la opinión de las nuevas generaciones, no hay más que fijarse en la alta edad de los asistentes a las corridas, no así a los encierros, recorte y festejos taurinos populares, pero lo digo en voz bajita porque miedo me da en un Ciudad Rodrigo salir a la calle después de decirlo. Eso sí, lo que sea despacio, y a ser posible con mucho tiento, de momento no suprimiéndolos sino torearlos haciendo que desaparezcan los hierros, aunque esto que acabo de decir estoy seguro que hará saltar a los puristas, no sea que nos coja el toro a los hunos y a los otros, y encima dentro del charco, ¡y qué charco!, tan lleno de pasiones, emociones e intereses económicos como de razón y en algunos casos de radicalismo pidiendo la inmediatez de su desaparición.