17 abril 2025

SIN ÉTICA NI ESTÉTICA (X): LA AMANTE DE LA FRUTA, AGUSTINITA DE LOS MADRILES, por Ángel Iglesias Ovejero

SIN ÉTICA NI ESTÉTICA (X): LA AMANTE DE LA FRUTA, AGUSTINITA DE LOS MADRILES, por Ángel Iglesias Ovejero - Ateneo Virtual Mirobrigense – Ciudad Rodrigo

Ángel Iglesias Ovejero
SIN ÉTICA NI ESTÉTICA (X): LA AMANTE DE LA FRUTA, AGUSTINITA DE LOS MADRILES, por Ángel Iglesias Ovejero

La actual presidenta de la Comunidad de Madrid (desde 2021), cuya especialidad académica es la comunicación política, también se ha revelado como una excelente especialista en el arte de tirar la piedra y esconder la mano, caminando al filo del insulto. Hace dos años (2023) adquirió notoriedad con una hazaña verbal mediante un ingenioso mecanismo de declaración de sus gustos culinarios y hortícolas (Me gusta la fruta) de lo que había sido una manifiesta injuria, reconocida por sus propios correligionarios y vecinos de bancada, dirigida al actual presidente del Gobierno en su investidura (hijo de puta). El dicho fue muy celebrado por sus fieles seguidores y quizá algunos electores, porque seguramente igualaba las mejores coces verbales que, con fundamento o sin él, cuando alguien o algo los saca de sus casillas, se atribuye a los carreteros o las verduleras, en cuyas profesiones hay de todo, personas bien habladas y mal habladas, pero a quienes no se les supone estudios superiores y modales de una primera dama de los Madriles, o sea, Madrid y sus aledaños. Así que hay que echar mano de mucha dosis de eufemismo para calificar su comportamiento de falto de ética y de estética. Propiamente, queda feísimo y resulta muy insolidario con la gente del “género femenino”, por ser ella parte de ese referente humano que hasta ahora ha tenido la exclusiva de la maternidad y, solamente por ser madre, no es responsable de lo que hagan o digan sus retoños, por muy mala leche que revelen y aunque se declaren enamorados o amantes de la fruta, para disimular presuntos delitos privados.

La referente es discipulilla del personaje Pato Trompeta, prácticamente desde que ocupó el cargo y sigue la estela de la derecha europea. Así lo señalaba no hace mucho el diario británico The Thelegraf, donde le hacen un retrato bastante mejorado, comparándola con Margaret Thatcher y, en síntesis, se afirma que su auge se debe a la bajada de impuestos y la acogida de inmigrantes latinoamericanos, principalmente huidos de Venezuela; la ven como alternativa a la candidatura del gobierno de España, por encima del jefe jerárquico dentro de su partido (y salido de la periferia gallega, sospechosa de independentismo en ciernes); y se declara acérrima defensora de la libertad de Madrid, de la que, obviamente, disfrutan en la capital quienes tienen medios para vivir en su centro (huffingtonpost.es/17/03/2025). En la reciente visita a Londres (15-17/03/2025) ha defendido el “liberalismo a la española”, que ella y otros gobiernos autonómicos de su jaez político practican, con el reclamo de la aludida rebaja de impuestos, para que acudan a España los capitalistas, sobre todos los que pueden salir de países autárquicos de signo izquierdista.

En el modelo del citado personaje americano se inspira su negacionismo de los valores democráticos y la autoestima sin medida y zafia. Si Trompeta se las da de chulo, ella no va a ser menos y se toma por chulapona, gente femenina de profesión humilde en el Madrid decimonónico, que se distinguió por su heroísmo contra las tropas imperialistas de Napoleón. De tal fuente dimana el lenguaje barriobajero de la presidenta, si bien, claro está, de siempre se ha sentido de otra capa social y capaz de más altos vuelos en su andadura épica. De entrada, su retórica victimista e “independista de la capital de España” (¡!) parece un remedo del famoso bando del alcalde de Móstoles (¡La patria está en peligro, acudid presurosos a salvarla, … que el traidor Presidente se la quiera entregar a los independentistas catalanes y vascos!). Sin embargo, la investidura de alcaldesas, más bien carnavalera y efímera, ya la tienen asumida periódica y localmente las Águedas, en Zamarramala (Segovia) y otras partes, hasta en los cercanías de la Sierra salmantina, las Águedas mágnedas (Iglesias, Diccionario, 2022: 63-64). Ella reclama el papel de heroína que le viene como anillo al dedo, convertida en rediviva Agustina de los Madriles, al pie del cañón con la mecha encendida.

En consonancia con lo dicho, su programa consiste en llevarle la contraria al presidente del Gobierno en todo. Así que no es de extrañar que los socialistas sitúen su “estatura política” a la altura del betún (https://gpsocialistaex.es/cuanto-mide-ayuso/). A ella esta valoración la trae sin cuidado, porque moralmente tiene piel de cocodrilo. Físicamente, por lo que deja entrever su postureo mediático, al que es muy aficionada, se nota bien que “le gusta la fruta” y cierta exposición de sus arcanos personales. Como mide cuidadosamente la oferta de sus encantos, se puede postular que si hubiera posado para Goya, el afrancesado (¡Vade retro!), habría elegido ataviarse (cuarto y mitad) de Maja semivestida o semidesnuda (o sea, calientafrutas, traducido a su lenguaje campechano). Enseña lo justo, por arriba y por abajo, al modo de las antiguas bailarinas (del cuello para arriba y de los tobillos a los pies) en la TVE del blanco y negro, aunque en su caso la cabeza incorpora el busto y a partir de ahí la zona del misterio se sitúa entre el arca de las sensaciones frutales y las rodillas.

La parte visible de su geografía humana es bastante cambiante. En ella se combina la estudiada naturalidad de la expresión corporal y, a juego con la sintaxis del color, la vestimenta y el maquillaje facial. Según las circunstancias, pone cara de Macarena o de Magdalena. De haber vivido en el período clásico, la habría tomado Murillo por modelo para las inmaculadas, pero no es seguro que, por su adicción a “la fruta”, la hubiera satisfecho esta aséptica oferta, pues con tanta ropa y mirando al cielo perdería el atractivo de su condescendiente mirada. A decir verdad, por su edad, por su componente populista y a pesar de su declarado y sospechoso gusto por la dieta vegetariana, quizá no le habría hecho ascos a los piropos de los obreros de empresas privadas y autonómicas (¡No públicas, por favor!), vitoreando su casticismo de jamona, al modo de los personajes del género chico (¡Viva la madre que te parió! ¡Tienes más grandes los ojos que los pies!). De hecho, quién más adecuado para encarnar el papel de Reina castiza, que Valle Inclán atribuyó a Isabel II (1920). Desde entonces el cargo está vacante, pero el dicho está disponible en la mitología popular:

Santaella, de Isabel

costeó la estatua bella;

y del vulgo el eco fiel

dice que no es Santo él,

ni tampoco Santa-ella

(1850, Barrios, Rimas, ed. 1979: 26; Iglesias, Diccionario 2022: Isabel).

Finalmente, por estos motivos y para no caer en la tentación de imitarla e insultarla sin paliativos, además de lavarse la boca antes de soltar exabruptos, le deseamos que procure evitar morderse la lengua viperina.