09 julio 2022

LA PEQUEÑA WATERLOO, por Miguel Ángel Largo Martín

LA PEQUEÑA WATERLOO, por Miguel Ángel Largo Martín

A veces la historia tiene muchas casualidades. Eso es lo que ocurre con los acontecimientos ocurridos el día 25 y 26 de septiembre de 1811, y la batalla de Waterloo celebrada el 18 de junio de 1815.

Después de que las tropas del mariscal Marmont sorprendiesen a las de Wellington en los altos de El Bodón, las aliadas se retiraron hacia Fuenteguinaldo. Esta retirada fue dirigida por el general Picton. Justamente este pereció en la batalla de Waterloo, como es bien sabido llevando la ropa que vestía la noche del día 15 en el baile dado por la duquesa de Richmond en Bruselas. Y es que Picton tuvo que participar con sus galas de baile en la famosa batalla, ya que no había recibido su traje militar debido a la premura del avance de Napoleón desde Charleroi.

Durante esa retirada de las tropas aliadas desde los altos de El Bodón a Fuenteguinaldo en la tarde del 25 de septiembre de 1811, tuvo su bautizo de fuego el príncipe de Orange, el futuro rey Guillermo II de los Países Bajos. Y es que el flacucho, como así era conocido, estaba a las órdenes de Wellington en la Península Ibérica desde 1811. En la batalla de Waterloo el príncipe participó nuevamente a las órdenes del Lord, y allí fue herido. Precisamante en el lugar donde fue herido el flacucho, su padre, el rey Guillermo I ordenó levantar una colina artificial que sería coronada con un gran león para conmemorar la famosa batalla.

Pero no son solo estas dos las casualidades que unen a Fuenteguinaldo y Waterloo. Las otras se refieren a la distribución de tropas realizada por Wellington delante de estas dos localidades.

Tras la retirada a Fuenteguinaldo, el general inglés decidió situar su vanguardia en tres puntos: la izquierda en el alto Guinaldo, el centro en la ermita de San Fausto (actual cementerio), y la derecha en la cruz de la Villa. Además, por el medio de esta distribución de tropas pasaba la cañada real, el camino que desde Ciudad Rodrigo iba hacia Extremadura. Esta fue una distribución muy parecida a la que planteó Wellington en Waterloo, donde situó su vanguardia también en tres puntos: el de la izquierda en la granja de Papelotte, el centro en la Haye Sainte y la derecha en la también granja de Hougouont. Además de esta distribución en tres puntos, por el centro de ese plano circulaba el camino real entre Bruselas y Charleroi.

Pero aquí no terminan las coincidencias, ya que nos encontramos con otra más. Wellington en Fuenteguinaldo utilizó el terreno ondulado que existe entre los tres puntos avanzados y la villa, para hacer creer al mariscal Marmont que disponía de más fuerzas de las que verdaderamente tenía en la localidad. Así como para dar la impresión que el terreno delante de la villa era insalvable para la caballería napoleónica. Y no le salió mal, ya que Marmont no atacó a los aliados en Fuenteguinaldo pensando en su inferioridad y en que su caballería no tendría posibilidad de salvar a todo galope las hondonadas cercanas a la localidad.

El terreno hacia el sur de Waterloo también es ondulado, y aquí Wellington utilizó una estrategia parecida a la de Fuenteguinaldo. Pero ahora el general inglés utilizó lo ondulado del terreno para hacer creer a Napoleón que disponía de menos fuerza de la que realmente tenía. Y le salió bien al Lord, ya que el Emperador no podía ver lo que ocurría tras las líneas aliadas, y envió a su caballería y a su Guardia Imperial a un terreno donde le era imposible visualizar las tropas enemigas.

Fuenteguinaldo pudo ser la tumba de Wellington, mientras Waterloo fue su encumbramiento definitivo. Pero a pesar de los casi cuatro años que transcurrieron entre ambos acontecimientos, encontramos varias casualidades entre los hechos acaecidos en los dos lugares, por lo que podríamos atrevernos a decir que Fuenteguinaldo fue la pequeña Waterloo.