Y
desde el umbral del recuerdo, apoyada frente al ventanal, la vieja
tristeza se consume lentamente aferrada al bastón de roble añejo. Una
lágrima abatida recorre la mejilla hasta la comisura de sus labios.
Sabor amargo. El azote del mar negro, casi muerto, arrasa el horizonte.
Y después de tanto miedo, cuando apenas quede nada, te consumirás
conmigo porque la vida se apaga. Quién sabe si para arder en el
Infierno…