JARDÍN DE LOS DELIRIOS, por José A. Blanco
No
sabía yo que un par de pezones levantaran más envidia y retranca que
los huevos del caballo de Espartero. Cuando en el jardín de los delirios
los argumentos están faltos de razón, la codicia de la picardía recurre a la descalificación que es muy del resentimiento sarcástico.
Sí y solo es sí porque sí y, como no puede ser de otra forma, la
mediocridad lo que tiene que hacer es respetar.