El
“futbolerismo” incendiario me estalla en las narices y me quemo
dolorido entre los pinos franqueados, esos que arden castigados en la
pira. Un juego de palabras y pelotas que más que resolver el asunto de
un plumazo prenden hogueras y avivan fuegos hasta mearnos en la cama. Saltan chispas y el humo ciega las conciencias.