EN EL 1 DE MAYO, por José Luis Sánchez-Tosal Pérez
Es
el 1 de mayo, estoy en casa sólo, con tanta música como problemas
sociales me angustian. Quisiera no tener una voz única, pero sí tan
clara que a todos llegara, a los unos, los atrapados por los fuertes,
como fuente de esperanza de que los otros, los que oprimen, se
dignaran en mirar lo que están dejando bajo sus botas, y dejen de
trotar sin reparar ni en los daños ni en como quedan la casa de
todos.
Tengo ganas de salir a gritar, “no os estéis quietos, no os dejéis atrapar, no seáis turistas en el día de luchar, y unidos en coro gritad por todo lo que está más que mal, por lo mucho que os aprieta, por lo mucho que os anula, por lo mucho que os empobrece”. Pero yo, como mi locura no tiene el alcance de Don Quijote, me despierto antes de salir al encuentro de los molinos que van a chocar con la amnesia que provoca la indiferencia que vuelve a los hombres indefensos ante los molinos que con sus aspas los derrumban. Y me quedo aquí, sentado, sintiendo, temiendo, llorando por todos los males de todos, provocados por ellos, los fuertes, y agudizados por todos los débiles que no plantan cara.
Quieto en el sillón sintiendo el rasgar de la guitarra de Paco de Lucía, con su flamenco y angustia andaluza que se adueñó del sufrir del pueblo gitano, y a la que su grito se le distorsionó al quedar al servicio del entretenimiento de señoritos.
Porque todo termina así, de tortura de los muchos como base para el goce de los pocos, mientras en el 1 de Mayo veo el carril de coches que avanza con gentes solas, ciegas, hacia el turismo vacío de esperanza en una vida digna para todos, desde el cual resulta más imposible que nunca crear nada que libere a los hombres de los hombres.
Sueño que en días menos festivos seremos capaces de levantarnos y empujar unidos hacia nuestra liberación, para que unos pocos no estropeen la casa, la vida y los deseos de casi todos.