Cuando
te pienso, que es casi a todas horas, en esa lucha feroz con los
minutos por traerte hacia mí, por despertarte y abrazarte con todo el
corazón de enredadera, malinche en flor, y salir por las calles,
agarradas las manos, con la emoción de verlo todo a dos, y que me digas o
te diga yo: "¿Te has fijado en ese arco, en la torre que asoma, en
ese árbol de tronco partido, en los niños que juegan, en los
adolescentes que se arrullan, en el banco de piedra en que dos viejos se
miran y murmuran, tal vez esta locura nuestra? ¿Te has dado por fin
cuenta de que la vida es como un ramo de rosas con espinas, que hay que
saber coger para no herirte, cuidar para que dure en su hermosura y
amar para que luzcan como recién cortadas? Te espero corazón, no
tardes, no vaya a ser que el calor haga morir de sed las flores, se
apague la sonrisa con la tarde, y con la noche la pena negra nos
embargue".