En
la luz del crepúsculo, cuando el sol besa y cubre con suave ternura la
tierra, es el momento de abandonar las rutinas y sinsabores de un día
más, parecido al anterior, desgranándose con lenta monotonía, y veo los
preciosos colores amarillos y azules de mi Castilla de cielos
cristalinos, los verdes intensos hasta en las numerosas isletas del río,
alguna amapola tardía mezclada con mil flores silvestres, y los
molinillos de los deseos de cuando éramos chicos, enormes este año, creo
que son los dientes de león, y una hilera de gente subía y bajaba
ininterrumpidamente como hormigas disfrazadas. Era el paseo aparcado
desde mediado marzo, ver el parador , la catedral, el pueblo allá en lo
alto, sus casas y árboles sujetos por el cinturón de piedra, sobrio y
regio, la falda del montículo, verde y muda se extiende hasta el
puente, bueno, los puentes, aunque el romano se lleva los aplausos, y
hoy quizás haya sido un evento encantado, la gente entre risas nos
saludábamos, vernos de nuevo y estar bien, es una alegría inmensa. Creo
que el ocaso del 1 de junio ha sido espectacular, solo faltabas tú y tu
risa para que hubiera sido perfecto.