En
las instituciones democráticas no hay sitio para la intolerancia. Pasar
por la entrepierna méritos que inculcamos a los niños como educación,
tolerancia, respeto, empatía… es una indecencia y genera mala baba.
Quienes incumplen semejantes valores no se merecen ni el escaño ni el
sueldo. Los niños, dicho sea de paso, ven la tele y aprenden.