26 febrero 2024

DEJAR QUE HABLEN, por José Luis Sánchez-Tosal Pérez

José Luis Sánchez-Tosal Pérez
DEJAR QUE HABLEN, por José Luis Sánchez-Tosal Pérez

    Me llegan por varios conductos gestos de sorpresa e incluso de desaprobación por la aceptación de Fernando Arrabal del Premio Castilla y León de las Letras 2023.

    Este acontecimiento hace saltar mi memoria y los recuerdos. Es en los años 60 cuando por primera vez oí hablar de Fernando Arrabal, a causa de una obra suya que no dejaban representar a un profesor del Instituto en el patio, y que después de muchos tira y afloja finalmente se representó. Dicho así, parece una cuestión menor pero estábamos entonces en aquel Ciudad Rodrigo cerrado, donde ahora un amigo me cuenta que por aquellos tiempos compró un libro suyo y que notó como cierta reticencia en la librera a vendérselo, cosa que finalmente hizo. Eso sí, no había llegado a casa y ya sabía su familia que lo había adquirido. Bueno, en aquel Ciudad Rodrigo, que era como se ve cerrado no era en el que Fernando Arrabal vivió hasta sus diez años, sino en otro mucho más cerrado en el que no se consentían estas desviaciones que se fueron aceptando a partir de los años sesenta en el país.

    Después vinieron los primeros años de la democracia en la que algo cambió y en este caso hasta el punto de venir como invitado especial Fernando Arrabal a dar el pregón de Carnaval en 1986.

    Fue en aquellos días cuando tuve cerca al que ya entonces era una celebridad de la literatura mundial, o sea a Fernando Arrabal. Fueron varias veces que por distintos motivos estuvimos juntos y hablamos. A mi padre y a mí nos transmitió el deseo de que buscáramos a alguien de aquellas personas que aquí o en las cárceles que estuvo mi padre, así como el suyo, hubieran coincidido y conocido y pudieran contarle algo de él. Mi madre me había dicho que en lo que hoy llamaríamos pandilla con la que jugaban en La Glorieta estaba su tío Arrabal, pero que entonces era pequeña y no tenía nada especial que contar. Dado el encargo hablé con un amigo mío ya mayor que tenía inteligencia y memoria infinita y me pasó una dirección de una mujer viuda que residía en Irún cuyo marido había tenido relación con su padre, y que hoy aún conservo en uno de sus libros en casa. Creo recordar que se la transmití a él, a París, cosa que en realidad no sé muy bien porque no recuerdo haber tenido respuesta.

    En aquellos días conocí al Fernando Arrabal intelectual con su discurso en el Teatro sobre Feliciano de Silva, al conversador y algo engreído, pues estando en una cena que nos invitó a varios al Turismo (hoy Parador), yo miraba una guapa mujer que le acompañaba, que él me la presentó como la dueña de más de la mitad de los bosques de Francia; para mí siguió teniendo más importancia su madura y serena belleza que todos sus bosques. También al esperpéntico, pues estando un grupo hablando con él en la Plaza del Castillo junto a la casa de los Vasconcellos, cuando la conversación entraba en un momento interesante, de repente y sin contestar a algo que se le preguntó salió corriendo y desapareció por la puerta del Turismo sin que volviéramos a verlo. Y al irreverente, aquel que el día que fue nombrado Hijo Adoptivo de Ciudad Rodrigo se presentó en el Teatro con una copa de vino en la mano.

    Es decir, que tuve en aquellos encuentros la ocasión de conocer al poliédrico Arrabal: el culto, el humano, el esperpéntico y el irreverente, cualidades todas ellas que creo forman su personalidad. Después he leído muchas de sus obras, pero hay una que para mí creo que es la más vital para él, es la que lleva el título Ceremonia por un teniente abandonado, en la que cuenta los sufrimientos por la ausencia de su padre y como esto formó su personalidad. En el libro cuenta también los tremendos desencuentros con su madre, a la cual le reprocha no haber hecho todo lo que debiera por su padre. Comentado este tremendo libro con alguien cercano a su familia me dijo que su madre lo único que trataba era de proteger a su hijo, el que tanto le hacía sufrir precisamente. El libro además es un claro testimonio de todo el dolor que significó para Fernando la pérdida y el no saber nada del destino final de su padre. Toda la novela es un drama que muestra una tragedia tan honda en la que sumerge al autor, y la que creo que es la causante de que él eligiera la profesión de escritor, pues sabido es que para dedicarse a escribir hay que haber sufrido. Y llegado aquí esto me sitúa, no sólo a mí, sino a todos los que se han interrogado estos días ante la pregunta clave que es cómo y por qué el hijo del teniente Arrabal acepta un premio que le viene de la mano de un gobierno en el que su vicepresidencia la ocupa un miembro de Vox, con todo lo que esto significa y que seguro su padre rechazaría.

    De momento, desde la perplejidad, no nos queda más que esperar a que hablen en sus discursos de acto de entrega las partes, y ver si desde ellos nos dicen o podemos entender algo del porqué.