EL DIOS TIEMPO, por José Luis Sánchez-Tosal Pérez
No hacer nada, estar mirando pasar el día desde la ventana, acostado sobre paisajes de la infancia, en este día que hace invierno en soledad, acompañado de voces que salen de los libros, y hacen a esta menos sola y llevadera. La tele cerrada, el periódico separado, para no contaminarme del veneno, y con la mente puesta en recuerdos de la infancia y juventud que fueron luz de vértigos, y están hoy aún en mí presentes, y entre las calles y plazas de mi Ciudad Rodrigo.
Con un cielo pálido metido tras las grises nubes de algodón que al compás del ruido de la lluvia se agolpan con los días vividos para caer derramados en todos y cada uno de los lugares de mi ciudad. Yo los miro, a unos con cariño, a otros con reproche, y a los más con nostalgia por ser y estar en el centro neurálgico de cuando todo era posible.
Mi madre en el balcón esperándome, mis hermanos y yo todos subidos en la Vespa con mi padre camino del río. Y así, hasta hacer una radiografía biográfica de lo vivido en los días felices de la infancia azul, la que nos mantenía seguros y contentos. Después como casi todos en la lucha por los hijos, intentando salvar a estos de todo lo que uno pueda. Luego, ya ahora, tan cerca pero ya tan lejos de los días azules, teniendo en los brazos a Noa, la biznieta, la que me hace sentir ya viejo, y en medio de un mundo cada vez más incapaz de salvarse de sí mismo, y pensando: “y yo no estaré ya para ser venda que te cure las heridas que la vida te va a infligir”, mientras ella me mira con una sonrisa tan limpia, feliz y tranquila como sólo puede existir en un bebé.
Y así, en estas ando, en una tarde de este invierno tan tardío como raro, pues ha aparecido después de una primavera, y que nos lleva no sabemos si a otra o a un verano caliente y tempranero. Sin aun estar con miedo por lo belicoso del ambiente, o a un no pararse en ello y atraparnos en el monstruo que también hacemos los humanos: la guerra.
Ahora, aquí quieto al sol y sin que de momento nadie nos bombardee, y por tanto dando gracias sin saber a quién, miro el día y a Noa y pienso: “¿la dejará el mundo a ella atravesar todas las estaciones vitales hasta llegar a un día tal como hoy pensando cosas parecidas a las que yo ahora, o no llegará a recorrer todas las etapas vitales?”.
Qué ansias de vida para poder ver lo que el dios tiempo no permite.