Frente a los pragmatismos; frente a las especulaciones; frente a quienes solo perciben el mundo como explotación y como beneficio; frente a quienes rechazan a los demás por no ser de su país y proceder de otras etnias; frente a los negacionistas de los varios males que nos asedian, desde posturas interesadas e insolidarias; frente a quienes, sutilmente, debilitan y destruyen los servicios públicos, de todos, derivando los dineros a los bolsillos privados; frente a los filibusteros; frente a los agitadores del ruido y la furia; frente a quienes, por mil medios, destruyen la convivencia, el entendimiento, y sirven de continuo fría la sopa inasumible de la discordia…; frente a…; siempre nos quedará la metafísica.
Siempre nos quedará la metafísica, esa partícula de Dios que hace que la llama de la vida del espíritu siga ardiendo, que los especuladores del propio interés no logran apagar, ni esconder debajo de celemín alguno.
Esa vida del espíritu que crea el arte y la creación literaria; que expande las actitudes humanas de solidaridad y fraternidad; que hace de la acogida, del encuentro, de la aceptación de lo otro y de los otros… el motivo más sólido de la existencia; que solamente cree y enarbola las banderas de la paz, del respeto, de la tolerancia.
Porque esa luz y guía que arde en el corazón de tantos seres y que nos orienta hacia lo verdadero, hacia lo esencial, hacia el corazón de lo humano; esa luz y guía –de la que hablara Juan de Yepes en su “Noche oscura”– que habita en el corazón de quienes no han perdido esa partícula de humanidad con la que todos venimos al mundo, es lo que sostiene el sentido del ser humano, el sentido de la historia, el sentido de lo que somos, a lo largo del tiempo.
Frente a las esclavitudes, frente a las lacras, frente a los belicismos, frente a las acumulaciones, frente a las barbaries, frente a las insolidaridades, frente a las mil formas que adopta la hidra el egoísmo y de la insolidaridad.
Porque todavía esos seres en los que arde la luz reparten el pan y el vino lorquianos, allí donde el ser humano vive en el abandono, en la precariedad, en la monstruosidad de la muerte y del hambre programadas. Porque son esos seres los que sostienen la partícula de Dios en sus corazones y siguen siempre el ideal lorquiano de hacer posible la voluntad de la tierra, que da sus frutos para todos.
Acaba de fallecer el físico británico Peter Ware Higgs (1929-2024), que popularizara ese concepto, tan difundido y publicitado del “bosón de Higgs”, que ha llevado a ese otro, que de la física salta a la metafísica, de “la partícula de Dios”.
Nuestras palabras de hoy, al tiempo que un homenaje a tal físico, quieren utilizar la lengua para una reivindicación de la metafísica, de esa partícula de la vida del espíritu, de esa luz con la que hemos venido al mundo y que hemos de sostener, frente a tantos que quieren arrebatárnosla, apagárnosla, desfigurárnosla, en nombre de una barbarie tenebrosa que tanto daño hace día tras día a tantos millones de seres humanos.
Frente a las barbaries de todo tipo…, frente a los materialismos interesados…, siempre nos quedará la metafísica, la vida del espíritu, la partícula de Dios…