SU OLOR NO ERA OLÍMPICO, por José Luis Sánchez-Tosal Pérez
Salgo a la terraza del bar escapando del calor interior, a pesar que desde fuera creía que no podría ver la inauguración de los Juegos Olímpicos de París. Y mira por dónde una ventana me deja captar las imágenes aunque no los comentarios.
Veo la profusión de luces haciendo filigranas artísticas, en medio de una noche donde los juiciosos estarán recogidos dada la lluvia que cae, y que como en la vida misma, sólo andará el turismo como en todas partes suele suceder, cuando hace mucho sol o mucho frío.
Por el río pasean unos barcos con gente sonriente como para un anuncio, son creo los deportistas, pero otros más que parecen una excursión de turistas sonriendo para sacarle jugo a los costes.
Después, aparece Nadal, según lo veo me parece como si su persona estuviera dando valor a un espectáculo, no necesariamente un valor deportivo. No recuerdo si antes o después alguien con disfraz de extraterrestre portaba algo y marchaba con ello como camino de un altar. Todo envuelto en vistas de París, que era lo que parecía fundamental mostrar y anunciar, al tiempo que desde la Torre Eiffel salían unos haces luminosos muy lineales y llamativos, eso sí, haciendo una concesión ses veía un letrero con los aros de la olimpiada, en un lugar, que la verdad, estropeaba un poco ese icono mundial que es la Torre.
Luego por fin la llama olímpica que me imaginé no podía ser otra por lo que se estaba inaugurando, unas Olimpiadas, pero eso sí iba en un artefacto tan amorfo como carente de simbología significativa, era un aparato con pretensiones de futuro, pero de qué futuro se trataba de señalar, no lo sabemos dado lo amorfo que era. Se prescindió pues del gran símbolo histórico que es la antorcha olímpica y se mostraba otra que nada decía. Eso sí, hay que reconocer que todo era arropado por los símbolos monumentales del París eterno, y que quizá es de lo que se trataba de hacer valer y vender.
Después, un cesto se llevó un sol, y creo que en él metido todo lo que hubiera valido para reconocer una inauguración olímpica que había sido cambiada por un alabar a París.
Sí, fue bella y muy plástica la realización de la presentación de los Juegos, la cual tenía mucho más de afirmación de Francia a través de la valorización de París, ciudad que por otra parte ya no necesita llamar a ella a más turistas zombis con maletas, pero dejó atrás todo lo que olía y hace recordar y valorar las Olimpiadas.