DE EXTRAÑOS MIRLOS, por José Luis Sánchez-Tosal Pérez
Paseo la oceánica playa, aquella que hace ya casi toda mi vida habitaban hombres de rostros envejecidos y arrugados por el sol de sus trabajos en el mar, y mujeres envueltas en pañuelos y sayas negras, hoy casi todas ya idas no sólo de su playa de pesca sino también del mundo, al que le dieron valor y esfuerzo.
El panorama que hoy ofrece el lugar es muy otro, por él corretean niños que juegan en la orilla del bravo océano, eso sí cercanos a un muro que amaina el poder de las olas, y con unos socorristas siempre pendientes que para sí hubieran querido sus abuelos los pescadores.
Hay en la playa, lo que siempre ha habido en el lugar, frescor, aguas frías y por tanto relajantes, en estos días de calor insufrible en el interior, y además gente ociosa que llena lo que fue el sitio de los laboriosos pescadores. Son cuerpos que van y vienen por la playa, se bañan y se tienden a estar haciendo nada, envueltos en el aire fresco y arrullados por el sonar del océano, que nunca descansa.
Ellas, pasean, todas lo hacen con unos bikinis extremos mostrando sus culos con toda naturalidad. Quién se lo iba a decir a sus abuelas, las de las largas faldas que anteriormente habitaban estas playas. Lo cierto es que hoy no queda ni una que no muestre su trasero sea este más o menos estético. Y en estas estaba, mirándolas, cuando pasa una con un short. Vamos, tapada ella, y no pude menos de pensar: “ves, no crees que el mirlo blanco existe y ahí lo tienes en ella, la única que no te va a enseñar el trasero en todo el verano y en todos los lugares, sea el océano o el río de tu pueblo, o sea el mirlo blanco que yo creía que no existía”.
Puesto ya en el chiringuito leyendo me entero de que del asesino frustrado de Trump se sabe que era un ser asocial, y lo que es más difícil en este, pues el estereotipo de todos los asociales es que son seres que se suelen refugiar en las redes, y mira por dónde este carecía de ellas, y del cual por tanto no se puede saber nada de nada, puesto que en vez de neutralizarlo lo abatieron y entonces ya no hay posibilidad de interrogatorio.
Y pienso y me digo: “qué verano de extraños mirlos”.