MAL DE OJO, por José A. Blanco
Un bulto, pensaba el astado mirándole fijamente a los ojos. En el tendido enmudece el suspense. No hay empaste en la paleta que inmortalice un mal presagio. El impacto rompe el silencio y el muñeco pierde el sentido sin dignidad. Gritan las sirenas. El eco del estruendo y la afonía del espanto todavía perduran.
