'ANIMAL DE FONDO', por José Luis Puerto
Qué hermoso y enigmático título el de Juan Ramón Jiménez, publicado en 1949 en Buenos Aires. Y también qué simbólico, qué profundidad de significados tiene. ‘Animal de fondo’.
En la existencia de cada uno de todos nosotros, en el vivir de cada cual, hay, en un territorio que se nos escapa, unos animales de fondo que, sin que lo sepamos ni lo advirtamos siquiera, nos acompañan, están ahí, como protegiéndonos.
Cada cual sabe cuáles son sus animales de fondo. Quiénes son esos seres de la protección, esos seres que nos acompañan, que nos cuidan, que nos dan sentido, que nos tienden la mano, que nos orientan, que nos enseñan los caminos y los tránsitos.
Esos animales de fondo que sustentan y dan sentido a lo que somos, que nos echan no una sino muchas manos en nuestras zozobras e inseguridades, que nos empujan y nos prestan el ánimo necesario en nuestros desalientos.
Cada uno sabe quiénes son sus animales de fondo. No podríamos establecer una enumeración. Si acaso, si nos animáramos a hacerla, sería la nuestra. Cada uno tendría la suya.
Leopoldo María Panero alude de otro modo a ese animal de fondo, cuando se atreve a titular uno de sus libros como: ‘Guarida de animal que no existe’.
Sí existe. Sí existen tales animales de fondo. Tienen otro modo de existencia. Pero, ay, en la prosa de la vida, qué desapercibidos nos pasan.
Son como ángeles. Tales animales de fondo son verdaderos ángeles. Entendiendo ‘ángel’ como esa fuerza del espíritu que se manifiesta de muy distintos modos. Porque siempre hay un territorio de la manifestación del ángel.
Walter Benjamin decía: “El ángel, sin embargo, semeja a todo aquello de lo que me he tenido que separar; a las personas y sobre todo a las cosas.”
Todo está atravesado por el ángel, como vector de la vida del espíritu. Una vida marcada por la gracia, por la generosidad, por la entrega, por la ofrenda, por la fraternidad, por el apoyo mutuo, por ese aliento para obrar siempre en pro del bien común… Que no es poco. Que es lo esencial.
Animales de fondo. Los padres, los seres queridos, los escritores y pensadores que nos iluminaron, los artistas cuyas obras nos hicieron temblar, las gentes humildes que se acercaron hasta nosotros como manifestación de lo decisivo que es el ser humano cuando ejerce de tal, los libros leídos, los encuentros afortunados, las experiencias decisivas… Cuántos animales de fondo que configuran –en cada uno a su manera– ese caudal anímico como el mejor patrimonio que podemos albergar.
Sin tales seres, sin tales experiencias, sin tales iluminaciones y manifestaciones, sin tales valores, sin la fraternidad, el apoyo mutuo, la búsqueda del bien común, la belleza humanizada, la defensa de los eslabones débiles, de las gentes humildes, la reconfiguración de un nuevo humanismo…, qué poco sentido tendría la vida y qué estéril sería.
“Todos los nombres que yo puse / al universo que por ti me recreaba yo, / se me están convirtiendo en uno y en un dios. // El dios que es siempre al fin. / el dios creado y recreado y recreado / por gracia y sin esfuerzo./ El Dios. El nombre conseguido de los nombres.” (JRJ)
‘Animal de fondo’…
