27 marzo 2025

SIN ÉTICA NI ESTÉTICA (VII): EL TROPEZÓN ALEMÁN EN LA PLAZA DE “MIRÓBRIGA”, por Ángel Iglesias Ovejero

SIN ÉTICA NI ESTÉTICA (VII): EL TROPEZÓN ALEMÁN EN LA PLAZA DE “MIRÓBRIGA”, por Ángel Iglesias Ovejero - Ateneo Virtual Mirobrigense – Ciudad Rodrigo

Ángel Iglesias Ovejero
SIN ÉTICA NI ESTÉTICA (VII): EL TROPEZÓN ALEMÁN EN LA PLAZA DE “MIRÓBRIGA”, por Ángel Iglesias Ovejero

La gente seguramente no siempre es como parece. Mis personajes públicos ponen cara de circunstancias en las grandes ocasiones, joviales en las celebraciones, compungidos en los entierros. En los homenajes suelen adoptar un aire sabiamente retraído, con algo de solemnidad litúrgica, precursora de los entierros cuando se tributan a otros personajes vivos y de requilorio conmemorativo cuando los homenajeados han pasado a mejor vida o al menos tienen cierta aureola épica. La Corporación Carnavalista de Miróbriga participó en el homenaje simbólico (y estético) a las víctimas españolas de los campos de concentración nazi, al mes siguiente de la reseñada inocentada del cambio de nombre del Che Guevara por el del Carnaval del Toro (efectuada el 17 de abril de 2024), que hemos calificado de patochada (“sin ética ni estética”). Es un hecho laudable en sí, pero envuelto en una sospechosa complacencia y oportunismo estratégico, que probablemente determinó el escaso seguimiento del acto.

El proyecto de rendir un homenaje artístico a las víctimas de los nazis alemanes fue idea de Gunter Demning, artista alemán, para conmemorar el cincuenta aniversario de las primeras deportaciones en Colonia (gitanos y otras minorías discriminadas). Con esta finalidad, en 1990, empezó a fabricar unos bloques o adoquines de bronce, de 10 centímetros cúbicos (llamados Stolpersteine, ‘piedras de tropiezo’, en alemán) para que, debidamente colocadas en el suelo, sirvieran de obstáculo a los transeúntes y así recordaran el destino de aquellos seres humanos maltratados y aniquilados. Entre ellos hubo unos 7.500 muertos en campos de concentración y 15.500 deportados españoles (elpais.com/cultura/2024-05-27). En la Península tardarían treinta años en ser colocados y por estos pagos se encargaría de la gestión la Asociación de Salamanca por la Memoria y la Justicia (ASMJ). Concretamente, en Ciudad Rodrigo, de donde Tomás Calleja Juanes era natural, se celebró una ceremonia de este tipo. Hilario Hernández, miembro de dicha asociación, se encargó de explicar el día 10 de mayo en la Casa de la Cultura el sentido del acto, que tendría lugar al día siguiente en la Plaza Mayor. Antes había sido homenajeado de una manera similar Juan Álvarez Pineda (27/08/2023), en Aldea del Obispo, mencionado como el anterior en nuestro trabajo sobre la Represión franquista (2016 Iglesias, pp. 347 y 582, 347 y 589, respectivamente); y después (05-10-2024) lo sería Cipriano Duque Gómez, en El Bodón, que, según nuestra información no fallecería en su penoso cautiverio, como recordamos en nuestras citadas Croniquillas del verano sangriento (Iglesias, 2024, original, p. 152).

Resulta muy rentable políticamente, sobre todo para las corporaciones derechistas, dárselas de comprensivos y solidarios con los represaliados en el extranjero, generalmente excombatientes del ejército de la República o con esta identificados, después de su amargo y doloroso exilio en Francia y el ulterior desplazamiento a Alemania, donde muchos perderían la vida. Así pueden presumir, si no de afinidad republicana, al menos de democracia monárquica, a bajo coste. No es nada nuevo, sino en la línea de Mariano Rajoy (presidente del PaPo), impasible como Don Tancredo ante el toro, mirando para otro lado, cuando le reclamaban la aplicación de la Ley de Memoria Histórica (26/12/2007). Consistía en no hacer absolutamente nada para echar una mano a las familias que indagaban el paradero de sus familiares cercanos. Incluso en esto de ahora existe cierta discriminación, al menos por estas cercanías, que atañe a los héroes republicano que participaron en la resistencia francesa y dieron por buena la entrega de su vida por la libertad. Uno de ellos fue Celestino Alfonso, natural de Ituero de Azaba, sobre cuyos principales avatares escribimos una breve reseña que aquí nos permitimos reproducir, con algún leve recorte.

Celestino Alfonso había nacido en 1916 y, con su familia, emigrado a Francia, donde trabajaba como carpintero, estaba casado y tenía un hijo. Fue de los primeros alistados en las Brigadas Internacionales. Llegó a España el 27 de agosto de 1936, combatió como artillero y fue después comisario político de la 2ª Brigada. A su regreso a Francia en febrero de 1939 estuvo internado en el campo de concentración de Saint-Cyprien (departamento de Pirineos Orientales), pero al comienzo de la guerra europea fue movilizado con una compañía de trabajadores extranjeros. Pocos meses después fue detenido (17/01/41) y encarcelado en Tourelles (anejo de la prisión de Fresnes, cerca de París). De allí habría salido un mes más tarde para trabajar en Alemania, de donde regresó al cabo de unos meses y estuvo colocado en varias fábricas de la región parisina. Pronto sería jefe de grupo en los FTP-MOI (Franco-tiradores y partisanos – Mano de obra inmigrada), que bajo el mando de Boris Holban y Missak Manouchian intervino en varias acciones anti-nazis en torno a París y Orleans. Fue detenido el 28 de noviembre de 1943, juzgado en un aparatoso proceso en el fuerte del Mont Valérien. Su fotografía figuraba en uno de los medallones que, a raíz de la muerte del general Julius Ritter, los nazis habían fijado en las carteleras murales de Francia: “Alfonso –español rojo– 7 atentados”. Fue fusilado con otros 21 camaradas (21/02/44); la única mujer del grupo, Olga Bancic, fue decapitada en la prisión de Stuttgart (10/05/44). Antes de ser ejecutado, Celestino dejó una carta para su familia en la que se declara orgulloso de morir por la causa que ha defendido (salamancartvaldia.es./noticia/2016-11-19). El 21 de febrero de 2024 “entró” en el Panthéon de France con otros miembros del grupo Manouchian. Es el primer español en obtener tal honor.

No tenemos constancia de que este “héroe” en tierra extraña haya recibido homenaje o reconocimiento alguno en su pueblo natal (ni en otro lugar del entorno). Pero al menos, sus eventuales familiares y vecinos (a poco que tengan algo de sensibilidad democrática) no tienen que sufrir el permanente tropezón injurioso que para las víctimas mortales de Ciudad Rodrigo representa la exhibición callejera de Agustín de Foxá que no hace mucho señalamos una vez más y la Corporación Carnavalista se negó a retirar, “sin ética ni estética” (v. VI).