RAÍCES, por José Luis Sánchez-Tosal Pérez
Veo las procesiones de este año, me recreo con su orden y belleza, a pesar de lo deslucido de los días. En cuanto a estampa, organización y vestimentas, desde que yo las recuerdo, y ya hace desde que era niño, han mejorado bastante. También ha cambiado y mucho, el personal, que las mira. El de aquellos ya lejanos años de mi niñez, llenaba las aceras de la plaza, los hombres estaban descubiertos, ellas casi todas con velos en la cabeza mirando con fervor, en unas fingido y otras real. Con las luces apagadas de los establecimientos y todo envuelto en un sermón con una voz poderosa y unas palabras dramáticas.
Hoy también están acompañadas por gente, la cual ahora es mucho más espectadora que participativa. La plaza tiene los bares abiertos en su tránsito, y todo parece transcurrir como si de una representación teatral se tratara, para turistas y curiosos. No entro a valorar, pues no estoy en su intimidad, ni en el sentir de los que en ellas participan activamente, pero sí veo claramente el ambiente en el que todo transcurre, que es digamos de expectación y no de participación. Cierto es que en los tiempos que corren, aceptar ciertos hechos representados, como es el del Domingo de Resurrección, ya no es nada fácil para aquellos que no poseen ese don que todo lo hace posible, que es el de la fe, y que hoy son mayoría. Lo que hace que estén vistas por muchos, como algo que es utilizado como disculpa para vacaciones, y con ello de utilidad para el mundo hostelero de este país. Es decir, que vistas así, han perdido su esencia, todo un hecho que a su vez retrata en vivo lo que ha pasado con la religiosidad en este país.
¿Esto es bueno? Pues según se mire. En cuanto a la sobredosis que tenía y por su asistencia casi obligada a los actos religiosos y a la participación activa en ellas, es lo mejor que le puede haber pasado, su desaparición. Pero ojo, una cosa es perder esto, y otra también con ello nuestras raíces cristianas en el buen sentido, y sobre todo con lo que se han sustituido, con el vacío absoluto que crean las leyes regidas por el mercado, en cuanto a espiritualidad se trata. Y con esto, llegando a donde hemos llegado a estar en occidente, gobernados por la peligrosa nada que ese mundo de espectáculo esperpéntico y peligroso de Trump.
Abandonar nuestras raíces cristianas para ir a parar a manos de esta gentita, no traerá nada bueno. Y mucho me temo que con ello los principales perdedores serán los de siempre.
PS
En
el momento que entrego este artículo, me llega la mala noticia de
que el Papa Francisco ha muerto, lo cual me produce tristeza por que
fue un hombre defensor de las raíces que hoy hablo.