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02 marzo 2025

EL DILEMA, por José Luis Sánchez-Tosal Pérez

EL DILEMA, por José Luis Sánchez-Tosal Pérez - Ateneo Virtual Mirobrigense – Ciudad Rodrigo

José Luis Sánchez-Tosal Pérez
EL DILEMA, por José Luis Sánchez-Tosal Pérez

    Entraba al pregón mayor, ya avisado por mí mismo, y por los ya lejanos ecos de su padre, de que mis reticencias hacia lo taurino iban a ser debatidas desde el poder del conocimiento y la inteligencia. Y así fue, y por ello salí con la sensación de que el mundo del toro podía tener sentido.

    Después, ya un poco más repuesto de los brillantes golpes que sacudían mi cabeza, pensaba para mí, tratando de mantener un diálogo con lo escuchado, y viendo sus razones y contras.

    Cierto que hace falta valor y adiestramiento al que puede llegar a verse como un arte cuando se ejecuta con habilidad. Recuérdese como lo hizo el pregonero, a Julio Robles con su capote envolviendo al toro con la difícil facilidad y el aplomo ante algo que te puede segar la vida.

    También por increíble que pueda parecer, la descripción de que el torero en el ruedo representa a la mujer, y el toro al hombre pueda ser cierta, y hacer entonces más misteriosa la lidia, así como que en Salamanca estamos en la cuna de la tauromaquia.

    Todas estas apreciaciones tienen su “pero”. Pues si es verdad que en Olot detestan los toros y los prohíben, cosa con la que yo no estoy de acuerdo, pues prohibir suena mal y más cuando se va en contra de un sentir, como sería el caso de nuestro carnaval. No es menos cierto que por mucho que se empeñen en hacerlos ver como algo valorado socialmente, incluso aquí en Salamanca está en decadencia. Y en cuanto al regreso de jóvenes a sus tendidos, no lo consiguen ni pudiendo ir estos casi de balde, milagro este que es amparado con subvenciones. En cuanto a lo de que en Olot hay un matadero de cerdos que matan miles diarios, no es comparable, pues no es lo mismo hacerlo sin que sirva el sufrimiento del animal ni de espectáculo como se hace con el toro.

    Si el pueblo descabalgó a la nobleza en los ruedos taurinos, luego después con el tiempo, ésta, encarnada en la alta burguesía terrateniente subió al pueblo en un caballo con un peto muralla sin ninguna gracia, con el fin de tapar la sangría que se producía en el encuentro, y donde ahora hay un claro perdedor, el toro, y unos salvadores del negocio a través de este remedo, que sirve para ahormar al toro en su decir, para la lidia, pero cuando aparecen los hierros, y con ellos la sangre del toro, la cosa como que cobra otro cariz, más inasumible, por mucho que se disfrace la destreza como el arte de las suertes. No sabemos, pero nos imaginamos, lo que dirá el toro de estas suertes.

    Y ya ciñéndonos al fenómeno local, si cierto es que un carnaval sin toros en Ciudad Rodrigo sería un no entenderse, no es menos cierto, que a un día de toros en Ciudad Rodrigo sin ser carnaval nadie le prestaría atención. Siempre que se intentó, incluso haciendo una plaza de toros fuera de la Plaza Mayor, arrojó un déficit de espectadores y económico. Por tanto, tiene más importancia entre nosotros el andar callejero con disfraces y el bullicio de su entorno, que la corrida propiamente dicha.

    En cuanto a lo que es más que un evento, puesto que se le reconoce como un sentimiento, es cierto, pero por la nostalgia de lo vivido y olvidado, y de cómo nos hace alejarnos de lo que se vive el resto de los días del año. Es la fuerza que tienen de desconexión con la presión de los avatares diarios, lo que los convierte en un sentimiento, no nos engañemos pues, los toros son la disculpa, por su poder amnésico de los otros días malos de la vida.

    Dicho esto, estoy, y creo que como muchos, envuelto en la contradicción, nos opondríamos con todas nuestras fuerzas a la supresión del carnaval, al tiempo que nos trae sin cuidado el mundo taurino. Personalmente encuentro nuestra fiesta algo en contra del discurrir y el sentir hacia los animales en el siglo XXI, pero ya ven, ahora, cuando escribo esto suena el reloj suelto, y aunque tengo en la cabeza algo más que decir de todo este dilema, yo me apresuro para acabar este artículo porque me voy al encuentro del encierro que nos trae el bullicio, los disfraces y el gentío carnavalero que nos traen los toros.

    No sin antes, desde el desacuerdo, darle las gracias a Rubén Amón, que como pregonero nos ha regalado una capacidad de análisis y una visión también envuelta en un verbo tan mágico y brillante, que se puede considerar de las mejores “faenas” pregoneras de Ciudad Rodrigo, y también a través tuyo, el recuerdo de tu padre, Santiago Amón, que tanto amparó, a aquellos entonces chavales, presionados y asediados por los intereses, cuando trataban de salvar al Teatro donde tú ahora, más de treinta años después, has podido dar el pregón.

UN ACIERTO, por José Luis Sánchez-Tosal Pérez

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