SIN ÉTICA NI ESTÉTICA (XI): DIOS LOS CRÍA Y LOS DIABLOS SE JUNTAN, por Ángel Iglesias Ovejero
Al final de este invierno (2025) y al cabo de tres años de la invasión de Ucrania, en Francia (y casi con seguridad en España) los medios de comunicación estuvieron muy interesados en saber qué se habían dicho por teléfono los jefes de los Estados Unidos y de Rusia sobre el tema. La conversación duró tanto como un partido de fútbol, y varios comentaristas suponían que no se habían dicho nada que no estuviera ya escrito de antes, como nosotros mismos sugeríamos al comienzo de estas chuletillas (v. I). Solo trascendió la promesa del ruso para detener los bombardeos de “la infraestructura energética” durante un mes y la amenaza de proseguir los combates, confirmada. Después los especialistas de la comunicación trataron de averiguar la estrategia presente y futura de unos y otros beligerantes o implicados. Entonces llegaron a la conclusión de que ambos personajes eran méchants (‘malos’), lo que tampoco constituía una revelación, así como la constatación de que para la atribución del calificativo están en la buena compañía de quienes en el entorno euro-asiático utilizan la guerra para conseguir sus objetivos imperialistas y económicos, mediante procedimientos a los que no le falta nada para constituir actos violentos contra la población civil, por no decir genocidios. La Corte Penal Internacional emitió órdenes de arresto contra Putin por crímenes de guerra, así como contra Netanyahu, un ex ministro de Defensa de Israel y un comandante de Hamás en Gaza, sin efecto alguno. No le iban mucho en zaga las deportaciones dictadas por el actual presidente americano, quien, después de su presumible implicación en el asalto al Capitolio (6/01/2021), lejos de ver obstaculizado su acceso a un nuevo mandato, lo ha llevado en volandas.
Estos personajes coinciden en seguir la ley del más fuerte: “Dios los cría y ellos se juntan”. De modo que, siendo ellos los Diablos encarnados del Poder absoluto y el Dinero, vamos apañados, si está en sus manos el encargo de poner orden en el mundo, como ellos han decretado, porque además tienen discipulillos e imitadores por todas partes, incluida España, como decíamos hace poco (v. X). El negacionismo trumpista, más allá del tema de las elecciones americanas en 2020, afecta sobre todo al cambio climático, la inquina contra los inmigrantes y el ideario ecologista o de signo social progresista, que se traducen en las actitudes racistas, la xenofobia, el sometimiento de las minorías y su cultura (“El español es lengua de pobres”, ahora discriminado en los EE. UU.), las ONG, la misoginia, la homofobia y los científicos dispuestos a contradecirlo. Pato Trompeta profetizó que “el clima se iba a enfriar”, y la aquí denominada Agustinita de los Madriles pregonó que “nadie había muerto de esto” (la polución) en Madrid, donde la gestión de la pandemia del Covid 2019 le ha estado acarreando algunos problemillas, que ella trata de capear con su repajolera gracia y mohínes a guisa de arrumacos, destinados a sus gatos madrileños. La instalación de un “hospital de campaña” en la Institución Ferial de Madrid (IFEMA), cuya valoración social va del “milagro” al “caos”, en general no ha dejado muy buenos recuerdos. No hace falta desplazarse a Madrid para confirmarlo. Basta preguntárselo a algunas personas de la diáspora de Peñaparda en los aledaños de la capital, quienes creyeron morir allí y vieron el cielo abierto al salir, pero el susto y las secuelas todavía no se los han quitado de encima.
El feísmo estético es parte del método empleado por el liberalismo extremo ahora vigente del otro lado del Atlántico. En la vieja Europa los imitan y, como si de una fatalidad se tratara, los nombres “frutales” crecen con ese ambiguo estigma sin haberlos injertado. El mismo apellido de quien ahora asume la presidencia del PaPo se presta a una incómoda paronimia, a poco que a los ofendidos del sanchismo se les ocurra acuñar el cacofónico feijoísmo, derivado perfecto de una forma gallega (feijoo) enraizada en uno de los étimos más antiguos del patrimonio románico (lat. faseolus ‘judía’). En las hablas salmantinas tiene vigencia el término frejón, motivo emblemático recuperado como sobrenombre artístico del Tío Frejón, gran tamborilero, gaitero y bailaor, asentado en Retortillo, aunque seguramente homónimo y de la misma procedencia gallega que el aludido jefe de partido. Una mera casualidad debe de ser la referencia a una planta cucurbitácea y, figurada e hiperbólicamente, a una protuberancia femenina que en los oídos españoles tiene el cognome de la presidenta del Consejo de Ministros de Italia, la signora Meloni. Es una enamorada del trumpismo americano (a los que habrá que llamar Pompistas por el paisaje que contemplan, como expondremos más adelante), pero últimamente arrastra los pies para colaborar con este en los extraños meandros pacifistas, haciendo regalos al presidente ruso y ayudando al rearme del ejército ucraniano, de manera simultánea. El feísmo compartido en España con el presidente de Argentina, aunque también tiene ribetes italianos, es mérito del Che Milei, que solo respeta su ley, y no debe confundirse con el Che Guevara, borrado del callejero mirobrigense (v. VI). El prohombre del Cono Sur entronca directamente con el puerco espín, como deja bien claro su peinado, a juego con su mirada de luciérnaga, y la desbrozadora que le sirve de peine para ajustar la economía con recortes de servicios y funcionarios. Lo apadrina el magnate americano e incluso incorpora la ocurrencia a su propio repertorio de faltas de ética y estética. Los y las derechistas de España lo adoran y le dan premios, pero el ingrato empieza a dar los síntomas de la flojitis ventral específica de los tiranuelos o tiranísimos, quienes solo se encuentran seguros en su madriguera.
En el contexto internacional, la derecha tradicional española anda descolocada, debido al seguidismo político del liberalismo extremo. Sus líderes envidian a los dictadores “democráticos” (la democracia no está vacunada contra los errores del pueblo) y reservan el calificativo para sus adversarios, privándolos de su legado histórico. Gracias a su camaleonismo secular y a la descrita perversión del lenguaje (v. II), no solo han sido capaces de apropiarse frases históricas (“Venceréis, pero no convenceréis”, dicho atribuido a Unamuno), sino que, ya perdida la vergüenza, seguramente están a punto de hacer suya la paródica versión del emblemático grito del movimiento obrero de los siglos xix y xx (“Capitalistas y dictadores del mundo entero, uníos”). Como es sabido, el lema auténtico (“Proletarios de todos los países …”) está en El manifiesto comunista (1848), de K. Marx y F. Engels (1848), y tiene antecedente en La unión obrera (1843), de Flora Tristán (1803-1844), señera feminista francesa de ascendencia hispano-peruana.
Si los ancestros ideológicos de esta gente volvieran al mundo, ¿qué pensarían? ¡Con el trabajo que les costó a los Reyes Católicos y a sus descendientes cercanos erradicar de la Península el semitismo en la Monarquía Hispánica, sirviéndose de los métodos expeditivos de la Inquisición! Ahora resulta que estos aprendices de magos lamen los pies a los sionistas de Israel, quienes, escudándose en el Holocausto de sus olvidados abuelos e incapaces de librarse de los terroristas, se dedican a matar a los gazatíes más débiles, por tierra, hambre y aire, sin reparar entre culpables e inocentes, sembrando el odio que dará sus frutos en las generaciones venideras (¡A no ser que los eliminen a todos, ahora o en futuras operaciones de castigo!). ¿Qué pensaría el pequeño gran hombre, abuelísimo histórico de esta derecha que, incluso entre los más extremistas, navega entre dos aguas en el conflicto ruso-ucraniano? ¿Cómo se puede olvidar que la lengua castellana o española, “compañera del imperio”, según el famoso lema citado por Nebrija en la primera gramática (1492), dejará de tener vigencia al norte del Río Grande, si se cumplen los deseos del para ellos admirado Búfalo norteamericano? Como si no estuviera ya colonizado el español por la lengua y la “globalizante” cultura anglosajona, saturado de acrónimos y bárbaros anglicismos o papanatismos, tanto que resulta un suplicio la lectura de los periódicos, los rótulos y las “traducciones” en los noticiarios televisivos.
Si estas “glorias imperiales” asomaran por este mundo, lo más probable es que, aterrados, se volvieran a sus tumbas inmediatamente: ¡Vivir para ver esto!…