'-NUNCA SE ARRUGUEN. SUEÑEN.', por José Luis Puerto
El papa Francisco se acaba de marchar un Lunes de Pascua. Las fechas de las marchas, como las de los nacimientos, son siempre simbólicas. En su caso, tras dejar subrayadas las líneas maestras de su mensaje el Domingo de Resurrección.
Un papa muy incómodo para quienes utilizan la religión para consolidar el orden establecido, para aquellos a quienes dan igual los inmigrantes, el cambio climático, las desigualdades y otras zarandajas, si todo ello pone en peligro su poder y su patrimonio.
Pero Francisco –y estos días lo reiteran de continuo los medios de comunicación, las tertulias, los informativos, etc.– ha sido el papa de los humildes, de los últimos, de los inmigrantes, de los presos, de los palestinos, de los ucranianos, de las áreas de la tierra olvidadas y abandonadas…, así como también de ese respeto que nuestro planeta merece frente a tantas agresiones como con él cometemos.
Y eso sería el ‘francisquismo’, término que escuchamos estos días y que puede ser adecuado para aludir a un legado papal que hemos tratado de resumir en unos cuantos sintagmas.
Si el ‘franciscanismo’, planteado por el santo de Asís, entre finales del siglo XII e inicios del XIII, es ese modo de estar en el mundo marcado por la sobriedad, pero también por la alegría y en comunión siempre con todas las criaturas, con todo lo creado, con el amor por bandera; el ‘francisquismo’ vendría a ser otro modo de estar en el mundo, en consonancia con el del santo de Asís, marcado por la atención a los últimos, porque en ellos se halla ese residuo, esa llama de la humanidad que quieren apagar todos los egoísmos y las perspectivas cerradas y deshumanizadoras.
Nos llamaba la atención, también estos días, una suerte de alocución del papa Francisco, en la que nos invitaba a todos a mantener vivo el sueño, a no dejarnos arrugar por las adversidades de la vida o por las perspectivas vitales ramplonas. “–Nunca se arruguen. Sueñen.” Era la invitación que nos hacía a todos; una invitación a la utopía, a la vida humanizada, fraternal, solidaria.
Mensajes todos imprescindibles en un tiempo en que se ha endiosado al dinero, al mercado, como deidades supremas tan entronizadas. Y da igual, con tal de mantenerlas en altares ficticios, que haya ‘danas’, hambrunas, guerras, desigualdades, pobres gentes encadenadas y grabadas así en directo…
El ‘francisquismo’ vendría a ser una llamada de atención, un antídoto ante tanta deshumanización y tanta barbarie.
En una tertulia televisiva, el periodista Pedro G. Cuartango decía que, para él, los dos mejores papas del último siglo eran Juan XXIII y Francisco. Para mí también. Son los que más cerca han estado de ese desamparo, de esa intemperie en que vive el ser humano en la contemporaneidad.
“¡¡¡–Nunca
se arruguen. Sueñen!!!”