FELIZMENTE PERDIDO, por José Luis Sánchez-Tosal Pérez
Estoy ante la hoja en blanco deseando escribir en ella, pero no teniendo una idea clara sobre qué, si tratar de temas sociales, aunque sean tan necesarios de ser tratados como cansino el hacerlo. Me paro y releo a salto poemas de Walt Whitman, uno en un renglón dice así: “Mi voz persigue aquello que mis ojos no alcanzan” y entonces pienso, eso es lo que intento al escribir, eso es de lo que hoy me gustaría hablar, pero cómo saber hacerlo. Cómo decir para hacer sentir, cómo sentir para saber decir, no, no es fácil, sin embargo es lo necesario para que lo escrito por uno tenga validez para los otros, y así y por esto para uno mismo.
Y llegando aquí, ¿dónde estoy hoy metido?, ¿dónde voy a ir a parar? Y con ello ¿a dónde les llevaré?, me da que escrito lo escrito, a todas y a ninguna parte, puesto que mi voz va persiguiendo aquello que mis ojos no alcanzan, y que esto no está claro que se logre.
Estamos pues ante unas parrafadas sin sentido, o hemos llegado a la línea que se descubre que nada tiene sentido, al tiempo que todo está cargado de él. Estamos pues ante una tiniebla llena de luces que son el vivir, y como me dice de nuevo Walt Whitman “Yo soy aquel que camina por la noche tierna y fecunda, invoco a la tierra y el mar que la noche abraza”.
Me siento tan lleno de ansias vitales, como perdido en las nieblas que las quiero realizar. Sé que las busco tanto como las amo, y que no sé más, ni de ellas ni de mí ni de los demás.
Lo que no evita -a pesar de la ausencia eterna de un hijo- que tanto en las ciudades, como en los bosques, mares y ríos, y entre los demás que vivo me encuentre felizmente perdido.