LO NORMAL, por Víctor Esteban
Aquella tarde de temperatura agradable en una primavera anticipada, Javier se encontró en la calle con su amigo Eduardo, al que hacía algún tiempo que no veía. Como procedía, le preguntó: - Eduardo, cuanto tiempo, ¿cómo estás?
A lo que Eduardo, sin muchas ganas de profundizar en su vida, le dijo: - todo bien Javier, lo normal.
Aquel “lo normal” no acabó por descifrar el peso que Eduardo cargaba desde hace años con la esclerosis múltiple que sufría su esposa. Después de tanto tiempo, aquella desgracia se había convertido en algo “normal”; algo habitual que formaba parte de su vida cotidiana, como lo era el hecho de levantarse, prepararse el desayuno, vestirse para ir a la oficina, resolver los problemas del trabajo, atender a los asuntos de sus dos hijas, e intentar buscar un hueco para encontrar la paz que le haría sentirse feliz, aunque fuese por unos segundos.
Y es que la normalidad es un concepto muy flexible y domable, de tal forma que en la vida muchas circunstancias difíciles y verdaderamente dramáticas tienen la perversa virtud de convertirse en “normales”, como si formasen parte de nuestro paisaje habitual, sin pararnos a pensar en la dimensión de lo que realmente está sucediendo. Asimilamos lo que nos va sobreviniendo, puede que inicialmente con pavor, con estremecimiento y hasta con incapacidad, hasta que la casi inagotable adaptación del ser humano acaba por fagocitar y digerir de alguna manera ese mal trago que hemos pasado, para convertirse en una habitual mala digestión cotidiana.
Cuando comenzó la invasión de Ucrania, todos quedamos impactados porque en la vieja Europa volviésemos a ver imágenes tan cruentas como las muertes de niños, la huida de sus hogares de miles de familias o la devastación de las ciudades por razones incomprensibles para el humano de bien. En aquellos primeros días pensé que esta inimaginable desgracia iba a diluir poco a poco su impacto con el paso del tiempo y esa guerra que entonces nos parecía algo inconcebible iba a acabar siendo algo habitual; algo casi “normal” en el devenir de nuestras vidas, y algo así ya está ocurriendo en estos días.
Pero la perversión de la palabra “normal” tiene también una vertiente contraria a su capacidad de absorber aquellos hechos o circunstancias negativas en su vientre y es que también es capaz de engullir en su amplio fondo todo aquello que podemos considerar “normal” olvidando el carácter extraordinario y casi milagroso de muchas circunstancias o hechos, que la cotidianidad acaba por transformar en normales. Así, normal se puede considerar que las mareas suban y luego bajen, que el sol aparezca por el este y se diluya por el oeste, que dispongamos de un coche que nos traslada a 120 km/h, que abramos el grifo y llenemos las botellas de agua y refresquemos nuestro cuerpo bajo una ducha, que los teléfonos nos comuniquen a largas distancias o que un ser vivo pueda engendrarse en el interior de otro, fruto de combinaciones biológicas totalmente “normales”, vamos; lo “normal”.