LA E-LECCIÓN DEL GATO, por Víctor Esteban
Se acercó por el olor a comida, por el vacío en el estómago, por las varias horas sin saborear un buen pedazo. Su necesidad le hizo tener que superar sus miedos, subir esos peldaños y entrar a por su preciado tesoro; ese fiambre desmenuzado que comía con ansia. Era un entrar y salir para sentirse rápidamente más seguro. Pero de tanto hacerlo poco a poco se fue sintiendo confortable. Llegaron las caricias y llegó a encontrar un espacio en el que sentirse cómodo. Jugueteó, se acomodó en su rincón y decidió acompañarme en la noche, no sin antes degustar otro preciado manjar.
A la mañana siguiente gimió desconcertado por donde estaba. Saboreó el desayuno, ya sin tanta ansia. Pero aquel lugar parecía demasiado pequeño para lo que él estaba acostumbrado, riberas amplias, alamedas, parques y jardines.... Comenzó a mirar la puerta, se la abrí y salió disparado. A los veinte metros recorridos se paró y miró hacia atrás. Me vio con mirada de resignación. Tuvo un atisbo de compasión. Volvió a la puerta de entrada y con ella abierta a su decisión allí permaneció pensando qué sería mejor; la comodidad, el confort, el calor en el invierno, la buena comida asegurada o por el contrario la aventura sin fin; el libreto sin escribir. Entró y salió varias veces. Después de tantas dudas y de tantos miedos, al final tomó su decisión; la libertad.