ANTE ARTE, por José Luis Sánchez-Tosal Pérez
Asisto a la exposición del concurso de fotográfica de la Feria del Caballo en la Casa de Cultura. Voy pasando por las fotografías de una a otra con deleite, viendo imágenes bien traídas, todas ellas llenas de colorido y con enfoques que buscan la originalidad en el ángulo combinándolo con algún monumento de la ciudad, así como en el atuendo mismo del caballo.
Todas y cada una son tan distintas como parecidas, digamos que pertenecientes al pictorialismo, y al mismo tiempo, todas válidas para el cartelito propagandístico que anuncie la feria. Es decir, me siento ante una situación de iguales, con mayor o menor fortuna a la hora de representar el evento, con sus mismos cielos azules y su misma temática de fondo.
En esto, que de repente, ya casi en el final de la serie de iguales, dos fotografías distintas, tanto en el color, como en la forma de entender la imagen de la feria. El caballo y el jinete por sí solos, y todo ello sin más, consiguiendo el impacto de atraerte y sujetarte antes ellas para mirarlas y reparar en lo que te hacen sentir sobre qué es lo que hay en este majestuoso animal: fuerza, elegancia, entendimiento y servicio para y con el hombre, en este caso al que lo monta, y que a pesar de dejar claro que es él el que lo domina aparece como figurante secundario en homenaje al protagonista, el caballo.
Las fotografías tienen la fuerza porque contienen el dimensionismo con el cual expresa toda la esencia, belleza y el por qué del homenaje a este animal. Es decir, la imagen consigue decirnos todo aquello que a veces no alcanzan las palabras. Nos tienen pues estas dos fotografías delante del arte con toda su capacidad de expresión.
Con estas dos fotografías se resume y justifica el por qué de un concurso fotográfico en honor al caballo, pues en sus imágenes vemos toda la grandeza del animal, y la sutileza del hombre para encauzarla, y rompiendo la trayectoria de la línea de todo lo expuesto en la sala.
Viéndolas, estamos pues, ante arte.