LAS MOSCAS, por José A. Blanco
Nada
más desagradable que las estúpidas moscas al calor del suspiro otoñal
tras la sopa boba o lo que haga falta para extraer la golosina de la
supervivencia. Uno mosqueado se revela a exabruptos y mamporros con el
fin de asestar el golpe de gracia que acabe con la impertinencia. No hay
manera. Y es que por estas fechas de inestabilidad o locura temporal,
buscan el abrigo del último calentón desesperado y acabar con la
paciencia de cualquiera.