Yo también me siento en una silla, y en ocasiones siento la tristeza del viento, la niebla fría de noviembre, el alma que se enreda entre los dedos como puntas heladas de una escarcha, tan delicada estrella entre las hojas muertas y las hierbas que intentan superar al devastador otoño.
A
solas, entre las nieblas frías, los amaneceres en silenciosa soledad,
entreabriendo los ojos al humeante café y a la espera de que las horas
venideras nos aporten algo nuevo, algo parecido a la dicha... así
vivimos los que contamos años ya a puñados, soñando a solas con las
olas.
Y levanto los ojos y sonrío sin miedo, y me
pongo el abrigo, los guantes, las botas y un gorro calentito, salgo
como lo hacen los perros o los pájaros, no quiero sucumbir bajo el peso
de las penas, las sombras se alargan y prolongan en la ausencia de
luz.
Recuérdame en la noche más hermosa, música de luna, sueño dormido, fuego encendido, nido.