EL FUEGO, por José Luis Sánchez-Tosal Pérez
Después de ver arder el edificio de Valencia con la misma rapidez que si se le estuviera tirando gasolina me pregunto: “¿por qué esto era así?”, “porque no hacía falta tirársela, sino que la tenía en sus mismas entrañas, dado que había sido construido con materiales inflamables”. No es la primera vez que esto sucede, pues según me recuerda mi amigo Mateo hoy, en la Torre Grenfell de Londres murieron más de 70 personas por el incendio de su fachada en el 2017. Estamos pues, ante un problema de incumplimiento, quizá por avaricia por parte de los constructores, y de de inhibición o connivencia por parte de las administraciones que vigilan.
Una vez más está presente la tragedia por las cosas mal hechas por unos, y peor consentidas por otros. Me parece que el sitio de todos ellos es el que la Divina Comedia les da en su séptimo canto a los avaros. Pero de momento después del fuego de ayer en Valencia, podemos decir que en el fuego fuego sólo están los muertos del edificio, que posiblemente fueran los que menos purificación necesitaran.