TENER ESPERANZAS, por José Luis Sánchez-Tosal Pérez
En estos días pasados en el Teatro Nuevo ha habido dos actuaciones dignas de ser recordadas. La primera sucedió con la representación de la obra de teatro Juana la Loca, de Pepo Cibrián, representado por Nicolás Pérez. Nada más comenzar quedó claro que era un monólogo, con el miedo que esto da, por temor al aburrimiento que pueda traer, pues bien, también nada más empezar a escucharlo uno pierde esos temores y queda atrapado en los sentires y deseos de Juana, viviéndolos como si entremezclados en su persona y su época estuviéramos.
Duró, creo toda una hora, tanto el guión como sus introspecciones en la mente de Juana, como la forma de representarlo por parte de Nicolás, que se metía en el sentir y en el cuerpo de una mujer que en todo momento era esto lo que veíamos y sentíamos, y no a él, que no se dio descanso en toda la hora ni a su cuerpo ni a su mente. Qué memoria más deslumbrante la de este hombre para retener ese espeso monólogo durante una hora.
Terminó la representación como merecía, con lel público puesto en pie sin el momento de ver cuando acabar de aplaudir a este argentino de abuelos españoles que se ha venido otra vez a nosotros para fortuna nuestra.
Después, la noche del jueves, fue el concierto de la OSCIR (Orquesta Sinfónica de Ciudad Rodrigo), el cual tenía de antemano ganado al público, por los muchos familiares que en él había. Después vino la música, que mucha la hacen niños de once años. Y con qué calidad sonaba, empiezan ya a no parecer unos principiantes. En todas las obras nos hicieron vivir la música y cómo sólo con esta se ve o se siente lo que trascribe, pues vimos y sentimos con la obra de Peer Gynt el amanecer de La mañana como si ante él estuviéramos y los avatares de En la gruta del rey de la montaña, también como si dentro estuviéramos con los protagonistas.
Seguidamente los solistas invitados, uno Bruno Pino, que sacó de la guitarra toda la magia que en ella se encierra, y después Rosario Moro con su fantástica interpretación de Carmen. Y por si todo esto fuera poco el director Jorge Hennan dirigió unas palabras al público sobre el motivo que obligó a cambiar el programa, a causa de la pretensión de cobrar los derechos de autor por parte de los herederos de Joaquín Rodrigo, que fueron tan firmes y certeras como había sido su dirección orquestal. Con un director que siente y se expresa así, es fácil que la orquesta suene bien y le siga.
Después los aplausos más que sonoros, en un teatro lleno, y del que se salía cargado de alegría y goce a la calle, y es que no es para menos, pues una sociedad que disfruta y sabe crear esas representaciones y músicas, es una sociedad gozosa que en medio del peligroso mundo actual puede llegar a sentirse con fuerzas para tener esperanzas.