Estamos en elecciones, y digo esto, por las americanas, aunque en ellas no votemos nos afectan tanto como las locales, pues queramos o no para casi todo lo que nos atañe no somos más que una provincia del imperio, con lo que esto trae consigo.
En ellas, ambos candidatos, tanto el excéntrico, tramposo, delincuente, y mentiroso Trump, como el senil anciano Biden, han decidido que de ellos será lo que Dios quiera, tanto para tapar las fechorías de uno como la manifiesta falta de facultades de otro.
Y en este disparate estamos en el que los compañeros de viaje de Trump, o sea el grupo de todopoderosos que lo amparan y que están al acecho de más riquezas y más venganza para con todos los demás, y los sostenedores del tambaleante Biden que son aquellos que pusieron los dineros para su campaña, y con ellos los acuerdos de beneficios si es el elegido divino.
A esto tan solo el representante de Dios en la tierra, o sea, el Papa, podría ponerle algo de cordura, pues no parece muy acertado decir que Dios anda metido en los asuntos terrenales, visto como están las cosas por aquí; de ser así más bien sería para hacerlo dimitir que para aceptar su mediación. Pero visto con la alegría que el Papa abrazó al argentino Milei me da que de cordura hay poca.
Y en estas estaba, cuando ya ven no sirve ser tan incrédulo pues del anciano Biden ya nos ha salvado. Ahora sólo falta que esto valiera para que con su recambio nos libráramos del otro, Trump, aunque me da que de este nos nos salva ni Dios.
