CON PRETENSIONES, por José Luis Sánchez-Tosal Pérez
Nace septiembre, y con él como siempre, nace en nosotros la melancolía.
Comienza la normal normalidad en nuestra ciudad. Empezamos a tener ya, siempre sitio para el coche a la puerta de casa. Nos cruzamos con muchas más caras conocidas que no, y por supuesto casi todas más mayores. Sigue calentando pero el sol no hiere ya tanto, las terrazas siguen con gente pero sin la llena de estos días pasados. Los súper no son ya un hormiguero, y en los corrillos el comentario de la gente es sobre los que ya se han ido y los que están anunciando que se irán.
Se nubla el cielo, pero no nos llueve, mientras vemos caer chuzos por la España litoral, y pensamos que si va a ser así mejor que no nos caiga el agua a pesar de la falta que nos hace. El río está aún lejos de estar solitario, pero ya con mucha merma de gente. Mientras la vida sigue corriendo por ellas sin agobio.
Todo está, pues, en un compás de espera, entre el no caber de agosto y el no estar en el invierno. Qué difícil es vivir en estos días sin pensar lo que podríamos ser y lo que seremos ya en días próximos que entramos: un geriátrico, eso sí, con pretensiones.