NO NOS DIGAS ADIÓS, por Mara Guadalix
No es simple ser de fuego,
Ni de agua y de carne,
No es fácil ser el arco del abdomen,
Ni la cuerda tensando la cintura.
Y en este instante de rito,
Entre convexa y cóncava,
La llama que crece, oscila,
y finalmente, se apaga.
Un cántaro, una cueva,
una crepitación intensa, un alarido,
mordiendo las estribaciones de las noches de luna y los días de sol.
Un sonido de estrellas,
una sombra que escapa del dolor, la miseria,
la enfermedad, la muerte,
de la parte no bella.