UN ÁNGEL EXTERMINADOR, por José Luis Puerto
Cuando trazamos estas sílabas, un incendio aún sin controlar sigue destruyendo la naturaleza de un área mítica entre el norte extremeño de Las Hurdes y el sur salmantino de las Sierras de Francia y de Gata.
Es una destrucción no menor, pues afecta a un territorio donde, en nuestros siglos clásicos, llamados de oro, se situaba el paraíso terrenal, como hiciera, por ejemplo, el jesuita Juan Eusebio Nieremberg.
La cifra de tal paraíso tiene un nombre, universalmente conocido: Las Batuecas, como sinónimo de edén, de jardín, de tierra en la que, ancestralmente, habitaran esos buenos salvajes de la leyenda, que el bachiller Francisco Sánchez plasmara en su latino tratado ‘De rebús Hispaniae’, y Lope de Vega en su comedia ‘Las Batuecas del Duque de Alba’.
Otro de los enclaves que imanta este confín paradisíaco es el de la Peña de Francia, que, según se dice, es acaso el santuario mariano ubicado a mayor altura en el mundo, en el que se venera una imagen morena de la Virgen, acaso como cristianización de antiguos ritos precristianos que tuvieran lugar en esa cima desde la que se contemplan tierras extremeñas, portuguesas, leonesas y castellanas.
Y las llamas –al parecer, en este caso, no provocadas por la incuria y el resentimiento humanos, sino por los rayos de una tormenta seca, en esta ola de calor– están devorando esta vegetación paradisíaca, esta naturaleza boscosa en la que conviven alcornoques, robles, castaños, enebros, pinos, tejos, alisos… y otros mil tipos de especies arbustivas, entre las que se encuentran la jara, los chaguarzos, las escobas o retamas, los brezos, piornos, carquesas y otras especies de nombres locales tan hermosos.
Tendríamos todos –autoridades, municipios, diputaciones, gobiernos autónomos, ciudadanos, vecinos, y visitantes– que poner mucho más cuidado en nuestros patrimonios naturales, en esas áreas privilegiadas de nuestra comunidad, que configuran también su personalidad y su belleza.
Y tal cuidado habría de estar marcado y activado por numerosos matices: medios económicos y humanos, actitudes respetuosas cuando visitamos nuestros enclaves, limpieza de nuestros bosques y áreas naturales… y todas las medidas que, para ser posibles, requieren que cada cual, sea institución o personas, ponga su granito de arena.
Todo es poco para salvar este territorio mítico de Las Batuecas, la Peña de Francia, la Sierra de Francia, el valle de Monsagro, Las míticas Hurdes…, un territorio tocado por el mito, la leyenda, la arqueología, la paleontología, la antropología y la etnografía y, claro está, hasta la historia y la literatura…, pues de todas esas disciplinas hay patrimonio en tal territorio.
Todo es poco para que, entre todos, de un modo responsable y consciente, seamos capaces de desactivar la acción destructora de ese ángel exterminador de los fuegos e incendios que, en los últimos meses y hoy mismo, está destruyendo áreas maravillosas de nuestra tierra.