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23 agosto 2022

LO QUE NOS SALVA, por José Luis Sánchez-Tosal Pérez


LO QUE NOS SALVA
, por José Luis Sánchez-Tosal Pérez

La tarde no cae, está suspendida sin quererse ir, mientras todo movimiento como ella carece de brusquedad, la luz se suaviza poco a poco, y el color del impresionante cuadro que tengo ante mí, con ella, se hace más rosa y más bello. A mis pies está toda la depresión del Alagón con Béjar al fondo y un sin fin de pueblos salpicándolo. El silencio, sólo lo rompen las suaves brisas del aire fresco que pasea en la Cabezuela de Sequeros. El lugar donde se trillaba y el mirador más amplio de la Sierra. En él ahora todo es silencio, los verdes de la foresta salpicados por las casas blancas de los pueblos que están enmarcados por el telón de fondo azul amarronado que se lo da la Sierra de Béjar son belleza sobre belleza, la que al atardecer es envuelta en una sábana rosa que le presta el sol, mientras camina hacia el oeste, sin ninguna prisa por parte de su luz en abandonar el paraíso serrano.

Nada invita en el lugar y la hora, a nada más que a la quietud y a la admiración. La placidez y la serenidad alcanzan aquí su expresión máxima, envolviéndote en ella, y haciendo querer estar solo con ellas. Sólo existe en este momento el momento que ésta pone ante mí, el cual facilita la mente en blanco, teniendo una sola puerta abierta para la contemplación, tan inactiva como gozosa.

Se alarga la tarde, al compás que varían las luces, el tiempo que no se detiene se hace pequeño, a pesar con la lentitud con que se despide el día, todo ello a causa de la belleza que ilumina y la paz que transmite al entorno y a mi persona.

Qué pena, que tenga sólo la propiedad de eso, de ser sólo un lugar, y no valga ni sea así en todos y cada uno de los rincones de la tierra, en la que seguro en este mismo momento tantas cosas inaceptables y feas estarán pasando. Y ya, con esta mala pasada de la mente, al ir de la contemplación a lo analítico, se va mucha parte de la suave dulzura del escenario y de la tarde.

Y es que hay días, lugares y horas en las que es mejor no estar en el mundo, sino sólo en el lugar, la hora y el tiempo te curan de este. El problema es que los problemas cada vez los asfixian más, a los paisajes y a quienes los contemplan, pero mientras existan no los dejen escapar, pues va siendo lo único que nos salva del salvaje mundo que habitamos.

A MEDIADOS DE OTOÑO, por José A. Blanco

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