ME DA MIEDO, por José Luis Sánchez-Tosal Pérez
Los nietos se han pasado todo el verano en la casa de su abuela en Sequeros. Y sin duda que han sido felices como los son los niños: corriendo, gritando, jugando y peleándose entre ellos… Con pocas tareas más que ver la TV o, para ser más concretos, los dibujos animados. Esa ha sido toda la programación televisiva. Y el motivo que provocó la protesta, entre comillas, de los “mayores” al preguntarles que si no tenían otra cosa más para ver que los dibujos animados.
La respuesta de Lía fue tajante: “es que lo que vosotros veis me da miedo…” Contestación que me dejó tan paralizado como lleno de preguntas inquietantes.
Porque no es extraño que los telediarios que vemos nosotros, y lo que en ellos nos cuentan, aterroricen a unos niños que, con nueve años, tienen ya, sin duda, un cierto grado de conocimiento. Más, posiblemente, del que nosotros creemos.
Ante esto, los niños se quedaron con sus dibujos y yo pensativo y preocupado por tan rotunda respuesta y la carga de verdad que contenía. Y es que, no hace falta ser un analista para constatar que el contenido diario de noticias de guerras, muertos, bombas, catástrofes, incendios, desastres ambientales y economías en declive, resulte indigerible no solo para los niños, sino para nadie.
El problema me viene cuando me pregunto si puede un niño crecer sin asomarse a la realidad y crecer creyendo que se puede vivir en el país de las maravillas…
Me da que no. Pero, y ¿quién y de qué manera lo despierta y lo pone delante de la inexplicable e inhumana realidad que tenemos? ¿Cómo se lo decimos?
Yo ahí lo dejo. Sin atreverme a manifestar si debiéramos o no abrirles los ojos…
Confieso que me falta valor para explicarles, en el caso de que supiera, las causas de tamaño fracaso humano.
Pero aún me preocupa y me asusta más dejarlos que se enteren al modo, digamos, televisivo…
(Y hablando de dejar, os dejo a García Lorca con su “Vuelta de Paseo”)
Asesinado
por el cielo,
entre
las formas que van hacia la sierpe
y las
formas que buscan el cristal,
dejaré
crecer mis cabellos.
Con
el árbol de muñones que no canta
y el
niño con el blanco rostro de huevo.
Con
los animalitos de cabeza rota
y el
agua harapienta de los pies secos.
Con
todo lo que tiene cansancio sordomudo
y
mariposa ahogada en el tintero.
Tropezando
con mi rostro distinto cada día.
¡Asesinado
por el cielo!