RELEYENDO A DON MIGUEL – III, por Román Durán Hernández
"Méteme
-Padre Eterno- en tu pecho,
Misterioso
Hogar.
Dormiré
allí, que vengo deshecho
Del
duro bregar"
Visto y analizado a través de su obra ingente, compleja y diversa,Unamuno resulta desconcertante. Va a contrapelo de los demás y de sí mismo. En su copiosa y cálida obra poética hallan su expresión
más adecuada, más apasionada y más patética, todas sus preocupaciones, sus teorías, su originalidades religiosas, filosóficas, humanísticas, revolucionarias,estéticas,sociales,ortodoxas y heterodoxas. Cuando a Unamuno le funciona el corazón en poeta, de acuerdo con su gran inteligencia, desposeído de orgullo y de aquel egocentrismo que tantas veces le dominaba, es admirable; en él brota con espontaneidad, veces a pesar suyo, el poeta, el creyente que quiere ser, el desmontador de tópicos, con su afán de reconstruir un mundo más justo, más hermoso y más espiritual.
“El cerebralismo egoísta de una época -dice Papini- corroyó en Unamuno la firmeza nativa de su fe; mejor dicho, de sus varias fes; pero no llegó a destruir los centros del instinto y la pasión, y eso lo convierte en un excelente poeta”. Había dejado de creer en la teología católica y en las pruebas metafísicas, razonables y discutibles de la existencia de Dios; pero creía menos en la dogmática de la, ciencia y el progreso. En este sentido son claras sus palabras declaratorias cuando dice: “Nadie ha logrado convencerme de la existenc0ia de Dios; pero tampoco de su inexistencia. Los razonamientos de los ateos me parecen de una superficialidad mayor que la de sus contradictores. Y si creo en Dios, o, por lo menos quiero creer en Él, es, porque se me revela por la vía cordial del evangelio y eso es cosa del corazón.
Ese constante unamunizar de Unamuno lo encontramos preferentemente en "Del sentimiento trágico de la vida”, que es la obra que como pensador y filósofo más fama le dio, y la que más comentarios y polémica levantó. Es también la obra de más larga elaboración y de más denso contenido, que supuso un trabajo previo realmente prolijo y abrumador, para acabar la serie de problemas y cuestiones que sucesivamente se le iban acumulando al plan inicial.
Unamuno abandonó su propósito, tan acariciado, de darnos en su “Tratado de amor a Dios" -que tendrá afinidades con el libro de San Francisco de Sales que lleva exactamente el mismo título- la experiencia de su primera conversión. A partir de aquí Unamuno intensifica sus lecturas de autores místicos, ateos, agnósticos, y en particular protestantes, que agudizan su perplejidad y su disconformidad con muchas de sus creencias anteriores. Por los años 1886 a 1891 se engulló a Renan, Senacour, Hegel, Kierkegaard y Lamennais, además de San Pablo y San Agustín, y los grandes poetas ingleses,franceses, alemanes y españoles,que son los que prefiere para apacentar sus dubitaciones incesantes y sus ansias espirituales, con tanto tesón cultivadas.
Unamuno se convierte entonces, en su época más problemática, en que habla de la vida y de la muerte, de la resurrección y de la inmortalidad, de la agonía y de la lucha contra el destino, de la nostalgia de eternidad y del ansia de pervivir, del horror de zambullirse en la aniquilación del no ser y del descenso perpetuo en el regazo de Dios, en definitiva de su continua desesperación de la que saca él la más íntima esperanza, a la que llamó: "La esperanza desesperanzada de vivir”, tratado siempre con un fondo más poemático que filosófico.
Y es que don Miguel no depone nunca su condición vital de poeta, ni de sus ensayos literarios ni de sus disquisiciones filosóficas y teológicas. "La poesía -dice Salcedo, su mejor biógrafo- parece una buena ruta, porque él se siente ante todo poeta. Rubén Dario nos dice que para comprender el dilatado, contradictorio y coherente, múltiple y reiterativo campo de visión de Unamuno habrá que tener en cuenta su constitutiva condición de poeta, que prevalece lo mismo en el artículo ocasional periodístico que en el ensayo más exigente, en la novela de tesis o en el poema y la obra teatral. "Ciertamente -decía R. Dario- Unamuno es amigo de las paradojas, y yo mismo he sido víctima de alguna de ellas, pero es uno de los más notables removedores de ideas que haya hoy, y, según mi modo de ver, un extraordinario poeta"•
Si como yo pienso, don Miguel es un escultor de nieblas, y, si poeta es asomarse a las puertas del misterio y volver de él con una vislumbre de lo desconocido en los ojos, pocos como este vasco meten su alma en lo más hondo del corazón de la vida y de la muerte. Su mística está llena de poesía como la de Novalis.
De "Del sentimiento trágico de la vida" se ha dicho con razón que es uno de los últimos libros románticos españoles; y de Unamuno, que es un romántico con las angustias religiosas románticas del siglo XIX. Y no obstante, Unamuno sigue siendo inclasificable sin poder adscribirlo a un momento histórico determinado, para ser de ayer, de hoy y de siempre, pues será siempre actual por su inquietud permanente y su sed de eternidad. En este sentido "Del sentimiento trágico de la Vida", "El Cristo de Velázquez"; “'San Manuel Bueno Mártir"; y "La vida de Don Quijote y Sancho" son ya obras clásicas, vivas de actualidad permanente, como lo es el eterno problema del hombre ante Dios, ante la vida y la muerte, que tan dramáticamente sintió don Miguel de Unamuno.
Unamuno pervive en sus libros. A través de ellos se cumple el gran deseo de su vejez, aquel que en un breve pero bello poema había dirigido a sus posibles lectores:
"Os
llevo conmigo,hermanos,
para
poblar mi desierto,
cuando
me creáis más muerto,
retemblaré
en vuestras manos.
Aquí
os dejo mi alma-libro,
hombre-mundo
verdadero.
Cuando
vibres por entero.
Soy
yo, lector, que en tí -vibro”.