LLUEVE, por José Luis Sánchez-Tosal Pérez
Ha sucedido lo inesperado, que llueve, y esto en los tiempos que estamos es todo un acontecimiento que celebramos, dada la carencia de agua que tenemos. Pero esto no evita, que con ello uno sienta lo que trae consigo la lluvia: melancolía, recogimiento, tristeza, todo eso que los gallegos resumen con la palabra morriña.
Y en esta contradicción estamos estos días, viendo cómo por toda esa tristeza ambiental circula un halo de alegría, porque cae esa agua que nos entristece. Todo, claro está, porque somos conscientes de la necesidad que tiene la tierra, y por tanto nosotros de ella.
No sabemos, si caerá la suficiente o no, para volver a ver brincar aguas por los cauces de los arroyos, oír fuentes cantarinas de nuevo, y ver pantanos que han vuelto a conseguir tapar los pueblos que inundaron. Esto está por ver, pues es mucha lo que para esto hace falta.
De momento, ahí estamos, en la contradicción de sentirnos alegres ante un fenómeno que habitualmente cuando poco recoge. ¿Qué lo provoca?, pues la larga espera de su aparición. ¿Y de dónde viene esta?, pues creo que ya aparte de los interesados o los paranoicos nadie lo duda, que es debido al trato que estamos dando a la tierra, nuestra casa, el cuál deja todo que desear en aras de la economía. ¿Pero de qué economía, de la de todos o ya sólo de las macro empresas?, que hoy por hoy ostentan el poder y ante las cuáles los gobiernos o no son más que marionetas, u hombres sin fuerza ante la fuerza de estos, cuando no aún peor, colaboradores. ¿Porque, ha habido alguien más pernicioso que Trump, que aceleró la devastación al deshacerse de todas las regulaciones que mitigan los efectos, destruyendo todo lo más rápido posible para beneficio de los grandes amos actuales?
Mientras, ahora todos aquí, entre la tristeza alegre que nos provoca el ver llover, quietos en la contradicción y atrapados por ella sin saber ya que es escampar ni cuándo va a hacerlo.
Llueve.