ETERNO VIAJAR, por José Luis Sánchez-Tosal Pérez
“Nos
preguntamos para qué sirve conocer. ¿Y quienes somos nosotros, los
que se preguntan? Nosotros somos los que van a morir. Los que van a
morir en el universo que permanecerá cuando nos hayamos ido y que
nunca entenderemos del todo. De modo que hay una respuesta: el
conocimiento sirve para aprender a morir y el conocimiento sirve para
distinguir lo que podemos llegar a saber de aquello que no sabremos
nunca. Lo primero nos quita el miedo. Lo segundo ahorra dolor”.
Las
puertas de la noche. Alejandro Gándara
Ese sueño de casi todos, si bien es verdad que también casi todos soñamos con diferentes formas de viajar, pero la necesidad de hacerlos es común a todos nosotros. A unos, les gusta más viajar por lo trillado: costas, ciudades, museos; otros, hacerlo por las montañas, y algunos de estos a lo ya más infrecuente y peligroso de ellas. Muchos también viajan, o desean hacerlo a países lejanos o lugares exóticos, y últimamente se piensa ya en lugares tan distantes como son los de fuera de órbita, hablo de la Luna, donde parece no son ya pocos los apuntados a ir en cuanto sea posible.
Es decir, que en todos nosotros habita un ser nómada, quizá forjado desde aquel primer momento en el que el hombre se decidió a salir de África, para habitar la Tierra entera. De todo esto, el resultado en nuestros días ha sido el crecimiento como setas en tiempos de lluvia de las agencias de viajes que te los ofrecen de todo tipo, y para todo tipo de economías. Desde un viaje al pueblo de enfrente hasta uno a las más ocultas cataratas, o al más exótico o lejano país.
Esto ha sido así hasta digamos ayer, pues hoy ya existe la oferta a viajes interplanetarios, con la Luna para empezar puesta en el punto de mira. Si bien es cierto que esta es una oferta hoy por hoy elitista, no por ello son pocos los que sueñan con ir al encuentro de ese frío y blanco satélite nuestro, nacido del choque de la Tierra con algún otro objeto eyaculando así la Luna, la cual por su parte no ha dejado de influir en nosotros en forma de mareas y en la creación de las estaciones al inclinarnos en el choque.
Cuántos viajes no podemos hacer, o bien por falta de tiempo, o de dinero, pero lo que nadie evita es que los deseemos, los unos más factibles, otros menos, pero siempre persiguiéndolos, y tratando de saciar nuestras ganas cada uno a su manera y sus posibilidades. Y lo mejor es que lo que nada ni nadie evita es esa capacidad y deseo también tan innata en el hombre como el viajar, que es el sueño, soñamos despiertos. Y no sólo con vulgares cercanías de millonarios, como es la Luna, destinada a ser el Benidorm espacial, sino con lo realmente imposible, el desear a las miles de estrellas que flotan parpadeantes en la fría negritud y que no son más que una minúscula fracción de nuestra galaxia entre las miríadas de galaxias similares a la nuestra, unas solitarias otras agrupadas que contienen millones de trillones de planetas, muchos con las mismas opciones de crear vida como la Tierra. Se ha dado esta en ella, estamos solos o esta es una de las grandes preguntas, pregunta que nos arrastra a mirar o a buscar en lo inabarcable por nuestro espacio mental y vital, y sin embargo empeñados en llegar, en ver. Empeño que con el telescopio de James Webb, ya ha dado sus frutos, pues con él se han descubierto las galaxias primogénitas que están tan lejanas que ya ni existen, son sólo luz que llega del pasado del universo.
Llegados a esto sí que estamos ya ante lo imposible, ver lo más lejano que ya no es ni está, y sin embargo lo vemos, hecho ya posible desde esa capacidad tan innata que es el soñar, tanto como sería traspasar el Big Ban que formó el universo, asomar la cabeza y saber quién o qué fue lo que lo provocó.
Después regresar desde esas galaxias presentes y no existentes, recorriendo el histórico universal, hasta hacerlo algo conocido al pasar entre todas sus batallas internas, que hacen y deshacen galaxias y estrellas constantemente, como Sirio, la estrella más brillante de este.
Lo nuestro es viajar soñando, y soñar viajar a través del destino buscando darle sentido al sinsentido estar vital en oceánico universo, y hacer comprensible el incomprensible viaje que es la vida.
Todo un imposible viaje eterno en el corto recorrido vital, en el que con nuestra ansia de entender empujamos a través de generación en generación a la búsqueda de la luz que nos alumbre la compresión del sinsentido del todo para justificar nuestra presencia en él.