PASAJEROS AL TREN, por José A. Blanco
Los
niños, a lo tonto, se quedan con la copla. Motivados disfrutan,
aprenden. Su imaginación es infinita y preguntan, incluso, por la
curiosidad que mató al gato. Entonces, Víctor, sopló el silbato que
transportaría dicha inocencia a la máquina del tiempo y los
entresijos de la historia del ferrocarril. ¡Pasajeros al tren! Y la
Mikado tiró de los vagones infantiles que fliparon al chu, chu…
Al Museo del Ferrocarril de Las Matas-Las Rozas y a quienes mantienen vivo su legado.