HASTA DÓNDE, por José Luis Sánchez-Tosal Pérez
Me levanto más que desayunado y algo sorprendido, aunque no del todo, pues el hecho tiene precedentes. Me refiero a la noticia de que Netanyahu quiere que Trump sea nombrado premio Nobel "de la paz".
Y es que no hay freno posible cuando los poderosos cogen carrerilla, y empiezan a alabarse unos a otros, tratando de elevar sus fechorías a triunfos de estado y de todos.
¿Cuándo, cómo y por qué pierden el sentido de la decencia y el ridículo? No lo sé bien. Días pasados leí un artículo de Irene Vallejo, la autora del gran libro "El infinito en un junco", en el que hablaba sobre esto, retrotrayéndose nada menos que al imperio romano, haciéndonos un claro retrato de Julio César y sus andanzas, contándonos para qué le sirvieron sus pillajes bélicos, que eran al final, para salvar sus delicadas situaciones económicas por gastos realizados en campañas electorales. Y cómo no, para auto vanagloriarse a sí mismo.
Después, y más cercano ya en el tiempo, tenemos el ejemplo de Kissinger que fue nombrado premio nobel de la paz luego de haber bombardeado Vietnam. Por tanto, nada nuevo bajo el sol. ¿O sí? Porque esta vez desde los medios hay las suficientes e irrisibles críticas ante el desatino esperpéntico que este Nobel supondría, como para que se lo piensen, o no es esto posible porque consideran todo tan controlado que saben que no encontrarán respuesta social en EE.UU.. ni en ningún otro sitio, como entonces encontró la negra guerra del Vietnam.
Todo está por ver, y visto ya lo visto, todo es posible, hasta esta bajada de calzoncillos por parte de la institución que otorga el premio.
¿Y nosotros, la sociedad, hasta dónde estamos dispuestos a tragar?