CUESTIÓN DE HUMANIDAD, por José A. Blanco
Hayma, con sus ocho añitos, no tiene edad para entender. La niña jugaba con tres o cuatro de su edad entre las ruinas cuando un susto de muerte se llevó a sus padres mientras, en la fila, esperaban su ración de subsistencia. Ahora busca protección, una mano de esperanza y que el mundo pare el genocidio. El resto, de momento, no le importa tanto. O sea, nada. Pero la llama no se apagará jamás.