LO QUE SE NOS VIENE ENCIMA, por José Luis Puerto
Pasamos la página de agosto. Con las vacaciones veraniegas, clausuramos el curso anterior e iniciamos uno nuevo. Porque la dinámica escolar, con su calendario (vacacional y lectivo), marca el ritmo de la andadura de la sociedad, que se acomoda a tal calendario, elaborado, sin duda, con una lógica que tiene en cuenta el transcurso del tiempo físico y también el social.
Marcados por muchas incertidumbres, que están sobre el tapete nacional e internacional, intuimos que lo que se nos viene encima –si tiramos de la frase coloquial– no es fácil. A ver cómo se va desenredando. O, mejor, a ver cómo lo vamos desenredando, puesto que los ciudadanos algo tendremos que decir ante todo lo que ocurre, pues nos atañe tanto en nuestras vidas privadas como en la dinámica social de la que formamos parte.
Estos días de inicio de septiembre, la dinámica escolar se va acomodando y el alumnado, en una fecha u otra, se va incorporando a los centros educativos y también, con el transcurso de los primeros días –horarios, aulas, compañeros y profesorado nuevos, etc.–, va iniciando la dinámica de ese habituarse día a día a un horario y a un ritmo de esfuerzo, necesario para la adquisición del conocimiento.
Un conocimiento que es un bien social, puesto que el que adquieren nuestros niños, adolescentes y jóvenes termina revirtiendo en beneficio de la sociedad, pues deriva en la formación de unos profesionales de los que todos nos serviremos, para que la sociedad funcione y progrese, en ese sentido sostenible y responsable que hemos de propugnar y afianzar.
Porque el conocimiento ha de ser también un cimiento civilizador de la sociedad, así como un cimiento democrático. Que todo el alumnado tenga igualdad de oportunidades. Que nuestra gente joven pueda acceder a las especialidades en los estudios según sus capacidades.
Necesitamos una sociedad y un mundo que destierren las opacidades, las zonas oscuras, las cloacas de todo tipo. Necesitamos una sociedad y un mundo abiertos, luminosos, transparentes, que conjuren las tentaciones de determinados sectores de llevarnos a la cerrazón, a un panorama de un pasado en blanco y negro, que tratan de idealizarnos, pero que fue terrible.
Lo que se nos viene encima es complejo. La sanidad pública –tan admirable– que tenemos ha de ser defendida. Pues en ella somos pacientes, y no clientes que es lo que propugnan las tentaciones privatizadoras del espectro sanitario. Si somos pacientes, se nos cura; si nos convierten en clientes, buscan sangrarnos el bolsillo, y acaso la curación ya no importe tanto.
Vivimos un período de inflación y carestías, por la guerra en Ucrania. Vamos, dentro de unos meses, a iniciar nuevos ciclos electorales. Que no cometamos la torpeza de que, con nuestros votos, vayamos al callejón sin salida de una sociedad cerrada, donde nos debiliten la democracia, las libertades y todos los derechos que, desde la transición, hemos venido disfrutando.
Lo que se nos viene encima –sea de un signo u otro– depende de nosotros, está en nuestras manos. Si nos comportamos con torpeza, los interesados en que no vivamos en una sociedad abierta saldrán ganando y cabalgarán sobre nuestra ignorancia.